La coalición del 'gobierno del cambio' en el poder en Israel, liderada por el derechista y ex líder de los asentamientos Naftali Bennett, ha anunciado que ya no puede continuar por más tiempo en el cargo tras la deserción de dos de sus miembros del Partido Yamina.
La Knéset, el parlamento de Israel, se disolverá el próximo martes, lo que significa la caída del gobierno y que, probablemente a finales de octubre o noviembre, el país irá a las urnas por quinta vez en tres años y medio.
El anuncio se produce solo 12 meses después de que el gobierno de Bennett asumiera el poder el 21 de junio de 2021, poniendo fin a 12 años de gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu, en las cuartas elecciones en dos años sin formar un gobierno que pudiera concluir su mandato.
Conforme a su acuerdo de coalición, Yair Lapid, líder de Yesh Atid, el partido más grande del obierno, reemplazará a Bennett como primer ministro interino hasta que se celebren nuevas elecciones y se forme otro gobierno. Continuará también como ministro de Relaciones Exteriores, reuniéndose con el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, cuando este visite Israel el 13 de julio y gestionando la cuestión iraní, mientras que Bennett asumirá el papel de primer ministro suplente.
La crisis política cada vez más profunda de Israel se deriva de la rápida escalada de las tensiones de clase dentro de Israel y los territorios palestinos ocupados, Oriente Medio y a nivel internacional, mientras la élite política israelita brinda ayuda a las fuerzas fascistas de extrema derecha dirigidas por el diputado del Poder Judío Itamar Ben Gvir y su socio del partido Sionismo Religioso Bezalel Smotrich. Fue Netanyahu quien diseñó su entrada en la Knéset para reforzar su bloque antes de las elecciones de 2021. Su agenda supremacista judía incluye el dominio israelí sobre Cisjordania, la expulsión de la población palestina de Israel y la demolición de la mezquita de al-Aqsa para dar paso a la construcción de un Templo Judío.
Lapid y Bennett configuraron una insólita coalición de gobierno con una mayoría muy escasa después de que Netanyahu, enjuiciado por corrupción, fraude y abuso de confianza, demostrara ser incapaz de formar una propia a pesar de que su Partido Likud ganó el mayor número de votos en las elecciones del año pasado. Unidos solo en su oposición a Netanyahu, la coalición consistía en ocho partidos dispares, que abarcaban la mayoría de los partidos principales de Israel, incluidos los aparentemente comprometidos con los Acuerdos de Olso y un mini Estado palestino: Azul y Blanco, Meretz, Laborista y Yesh Atid. Incluía también por primera vez a uno de los partidos árabes de Israel, la Lista Árabe Unida.
A pesar de que el partido de Bennett ganó solo seis escaños, Lapid le cedió el cargo de primer ministro porque era visto como más aceptable para el flanco derecho de la coalición, acordando no negociar con los palestinos sobre un estado independiente durante la duración de su alianza. Eso preparó el escenario para que los partidos de izquierda y centro de Israel apoyen un giro cada vez más pronunciado hacia la derecha, junto a una escalada de las guerras encubiertas de Israel contra Irán y sus aliados, Siria y el libanés Hezbolá, y los ataques contra los palestinos en la Cisjordania ocupada y Gaza.
En el último año, Israel ha demolido al menos 580 construcciones en los territorios ocupados, mientras que sus fuerzas de seguridad han matado a más de 100 palestinos según la organización de derechos humanos B'Tselem. El Centro HaMoked para la Defensa del Individuo dice que 640 palestinos están presos sin juicio en 'detención administrativa'. Según otras fuentes, el gobierno ha adelantado planes para construir en los asentamientos 7.292 viviendas y ha emitido convocatorias de propuestas para otras 1.550, mientras que los inicios de viviendas en los asentamientos aumentaron considerablemente.
Fue el ministro de Seguridad Pública del Partido Laborista, Omer Bar-Lev, quien aprobó el mes pasado la Marcha de la Bandera de Jerusalén que condujo a violentos enfrentamientos con los palestinos en medio de cánticos de 'muerte a los árabes'. Omer justificó la marcha ultranacionalista para no 'socavar la legitimidad y erosionar la soberanía' de Israel en la Jerusalén Oriental ocupada. Sus agentes de policía agredieron brutalmente a los portadores del féretro de la periodista árabe de Al-Jazeera asesinada Shireen Abu Akleh en Jerusalén por llevar banderas palestinas. El ministro de Defensa, Benny Gantz, de Azul y Blanco, clasificó a seis organizaciones de la sociedad civil palestina como organizaciones terroristas.
Mientras Bennett se enfrentaba a una creciente oposición desde su propia derecha, con Matan Kahana, uno de sus ministros, diciendo que deseaba tener un botón mágico que pudiera enviar pacíficamente a todos los ciudadanos palestinos de Israel a Suiza y dos de sus miembros del Partido Yamina y tres de sus asesores políticos renunciando, los partidos de izquierda y centristas salieron en defensa de su gobierno. Apoyaron la extensión de las leyes de apartheid de Israel, con el Partido Laborista y Yesh Atid ausentándose de la Knesset, permitiendo la aprobación de proyectos de ley racistas que amplían los comités de admisión comunitaria que pueden vetar a los palestinos que quieran vivir en barrios judíos y prohibir las banderas palestinas en las instituciones financiadas por el estado.
La mayor parte de la centroizquierda votó a favor de renovar la legislación que extiende la ley israelí a los asentamientos en el Área C en la Cisjordania ocupada que está bajo un gobierno militar directo, incluso cuando el bloque de oposición de Netanyahu votó en contra de la extensión en una maniobra política destinada a derrocar al gobierno y asegurar su propio regreso al poder.
Fue el fracaso de la Knesset para aprobar la ley —renovable cada cinco años— lo que derribó al gobierno. Sin la aprobación de dicha ley para el 2 de julio, el derecho de los colonos a entrar en Israel, obtener beneficios y derechos de facto como ciudadanos israelíes habría caducado y hubieran pasado a estar sujetos a la ley militar. Al disolver el parlamento, Bennett y Lapid desencadenaron automáticamente la extensión de la ley de colonos. Al parecer, tomaron su decisión sin discutir ni siquiera informar a los ministros de Defensa o del Interior.
Con las encuestas prediciendo que el Partido Likud de Netanyahu volverá a ganar el mayor número de escaños y las fuerzas de extrema derecha de Ben Gvir y Smotrich probablemente aumentarán su voto, pero no lo suficiente como para que Netanyahu forme un gobierno, es posible que los partidos de derecha en ambos lados de la división gobierno-oposición unan sus fuerzas para formar otra coalición sin celebrar más elecciones.
La crisis política de Israel se produce en medio de cuestiones internas claves, incluido el presupuesto para el año 2023, las consecuencias sanitarias, económicas y sociales de la continuada pandemia de COVID-19 que ha matado a casi 11.000 personas y está nuevamente en aumento a medida que se han levantado todas las restricciones. El creciente coste de vida, uno de los más altos en los países avanzados, hace que sea difícil para israelíes y palestinos por igual poner comida en la mesa.
En escenas que recuerdan a las protestas de las tiendas de campaña en 2011, en la última semana los jóvenes han estado instalando tiendas de campaña en pueblos y ciudades de todo Israel en protesta contra los altos costos de la vivienda en el país que se han intensificado incluso cuando los salarios cayeron en términos reales, con una gran manifestación programada para el 2 de julio. Los jóvenes dependen de un mercado de viviendas de alquiler que está casi completamente desregulado dado que la mayoría no pueden permitirse comprar una casa y la vivienda pública es escasa, con miles de personas en listas de espera durante años. Esto sucede mientras las huelgas de media jornada de los maestros continúan por tercer día en demanda de salarios más altos y docenas de médicos residentes del Hospital Haemek en Afula se declararon en huelga las 24 horas por el aplazamiento de la reducción de los tiempos de guardia en los hospitales.
La Cisjordania ocupada es un polvorín social donde la corrupta Autoridad Palestina (AP), que actúa como subcontratista de Israel para ejercer su dominio ilegal sobre Cisjordania y Gaza, ha tratado de fortalecer el control del movimiento Fatah a medida que se extienden los rumores sobre la mala salud del presidente Mahmoud Abbas.
La solución a la creciente crisis de Israel depende de la profundización de la lucha de clases global. Hay un poderoso movimiento huelguístico en aumento que se opone al empobrecimiento masivo causado por la inflación provocada por la especulación junto a las medidas tomadas por los bancos centrales de las principales economías, y al creciente peligro de una guerra total entre las potencias nucleares. Esto plantea la necesidad urgente de unificar a la clase obrera internacional en un movimiento que se oponga a la guerra imperialista y luche por una transferencia socialista del poder estatal a la clase obrera.
(Publicado originalmente en inglés el 20 de junio de 2022)
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