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Perspectiva

La guerra imperialista y el ataque a los derechos democráticos

La intensificación de la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia y el ataque masivo a los derechos democráticos ejemplificado por la decisión de la Corte Suprema de abolir el derecho al aborto, son dos caras del mismo proceso.

En su obra seminal de 1916 El imperialismo y la escisión del socialismo, Vladímir Lenin definió el imperialismo como “la reacción política en toda la línea”. Tanto a través de la guerra como en la política interior, “el capital financiero tiende a la dominación y no a la libertad”. Lenin escribió: “La diferencia entre la burguesía imperialista democrático-republicana y la monárquico-reaccionaria se borra, precisamente, porque una y otra se pudren vivas”.

Las palabras de Lenin caracterizan apropiadamente la crisis actual del sistema capitalista mundial.

En la cumbre del G-7 esta semana, los líderes de las mayores potencias imperialistas se reunieron en los Alpes bávaros para planear la próxima etapa de la guerra. A espaldas de la población y omitiendo cualquier discusión pública o declaración formal, el conflicto se ha convertido en una guerra de facto con Rusia en Ucrania.

El alcance de la participación de la OTAN fue revelado por un artículo del New York Times el sábado, bajo el título “Red de comandos militares coordina flujo de armas en Ucrania, según oficiales”. El artículo explica que EE.UU. y la OTAN han organizado “una red furtiva de comandos militares y espías” encargada de “suministrar apresuradamente armas, inteligencia y entrenamiento”.

El artículo cita a oficiales estadounidenses y europeos que confirmaron que las potencias de la OTAN desplegaron asesores en Ucrania para entrenar a los soldados ucranianos, mientras que el ejército estadounidense entrena soldados directamente en las bases en Alemania. Este es el resultado de un plan de varios años, remontándose a las elecciones ucranianas de 2014 y el golpe de Estado del Maidán, para transformar Ucrania en una base para el lanzamiento de ataques contra Rusia. El artículo del Times indica: “De 2015 a inicios del año, los instructores estadounidenses de las Fuerzas Especiales y la Guardia Nacional entrenaron a más de 27.000 soldados ucranianos en el Centro de Entrenamiento de Combate Yavoriv en el oeste de Ucrania, cerca de la ciudad de Lviv, según oficiales del Pentágono”.

Tanto en la ubicación de su cumbre de planificación como en los objetivos de su guerra, los líderes de las “democracias” autoproclamadas del mundo imitaron a Hitler, el último político capitalista que intentó la colonización de Rusia por medios militares. El mismo castillo donde se reunieron los líderes del G-7, en la ciudad bávara de Schloss Elmau, era un centro vacacional del ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

Un comunicado del G-7 después del encuentro en Schloss Elmau afirma que el grupo está preparado para prolongar la guerra “el tiempo necesario”. Esto significa que no existe un límite de vidas que dichos Gobiernos estén dispuestos a sacrificar para lograr sus objetivos geoestratégicos.

El primer punto de la agenda de la cumbre del G-7, la crisis del coste de vida y alimentaria, deja en claro que la clase gobernante está consciente de que la guerra está allanando el camino hacia un enfrentamiento colosal con la clase obrera.

En estas condiciones, la burguesía de cada potencia imperialista percibe los derechos democráticos más básicos como obstáculos para sus ambiciones militares. Aun cuando los propagandistas de guerra en la prensa corporativa justifican la guerra acusando a Putin de ser un “fascista”, la lógica de la evolución de la guerra para los países imperialistas implica “la reacción política en toda la línea”.

La decisión de seis jueces de la Corte Suprema de EE.UU., quienes no fueron elegidos por votación, de privar a cientos de millones de estadounidenses el derecho al aborto debe ser visto en este contexto.

Con este fallo, el tribunal anunció el inicio de una ofensiva contra todos los derechos democráticos básicos. Mientras el juez Clarence Thomas de la Corte Suprema se refirió explícitamente a los métodos anticonceptivos y el matrimonio entre personas del mismo sexo como sus próximos blancos, dejó en claro que todos los casos que involucren el debido proceso fundamental han de ser reexaminados. Esto incluye derechos fundamentales relacionados a los registros e incautaciones policiales, la libertad de expresión y reunión, regulaciones laborales y otros derechos civiles.

El Partido Demócrata y el Gobierno de Biden han facilitado el ataque de la Corte Suprema a los derechos democráticos a través de sus constantes intentos de apelar y apaciguar a la extrema derecha. Cuando Biden habla sobre sus “amigos republicanos”, está llamando a la unidad bipartidista en aras de sus ambiciones militares imperialistas contra Rusia. El bipartidismo tan solo legitima a la extrema derecha y fortalece a un Partido Republicano cada vez más fascista que intentó prevenir que Biden asumiera el cargo hace menos de dos años.

La intensificación de la guerra y la prohibición del aborto están intrínsecamente relacionadas y ponen de relieve la verdad fundamental de que la democracia es incompatible con el imperialismo. En su libro de 1948, La tradición política americana, el historiador Richard Hofstadter alude al recuerdo del editor Frank Cobb con el entonces presidente Woodrow Wilson en vísperas de la decisión de Wilson de entrar en la Primera Guerra Mundial en 1917.

Según Cobb, Wilson “dijo que, cuando comienza una guerra, solo importa la guerra y no hay nada controversial al respecto. Exige antiliberalismo en casa para apoyar a los hombres en el frente. No podíamos luchar contra Alemania y mantener los ideales de gobierno que todos los hombres comparten”. Cobb citó a Wilson: “Para combatir, debes ser brutal y despiadado, y el espíritu de la brutalidad despiadada irrumpirá en cada fibra de nuestra vida nacional, infectará el Congreso, los tribunales, al policía en su ronda…”.

Esto sucede en todos los centros imperialistas, donde tres décadas continuas de guerras imperialistas han asfixiado la democracia y alimentado las fuerzas de la reacción política extrema. En Reino Unido, Boris Johnson quizás sea el primer ministro más odiado en la historia por su descarada corrupción y despreocupado servilismo a los bancos londinenses. El Gobierno de Johnson procura deportar a Ruanda a los refugiados provenientes de países devastados por las guerras imperialistas, una política que incluso el Tribunal Europeo de Derechos Humanos sentenció que era flagrantemente ilegal.

En Francia, donde Emmanuel Macron es odiado y apodado el “presidente de los ricos”, la derecha fascista obtuvo más votos que en cualquier otra elección presidencial. Un tribunal administrativo no elegido acaba de prohibir que las mujeres musulmanas utilicen trajes de baño que se atengan a sus creencias religiosas, en una patente muestra de discriminación cruel contra la gran población inmigrante del país.

La guerra se librará a partir de un ataque masivo contra los derechos económicos y sociales de la clase obrera en cada país. Un Gobierno tras otro arroja miles de millones de dólares en armas a Ucrania sin siquiera preguntarle al público al respecto. Aparecen cada vez más llamados a balancear los presupuestos para aumentar aún más el gasto militar. A fin de costear la guerra, serán eviscerados los programas de salud y bienestar, incluso cuando se sigue propagando la pandemia y mientras los Gobiernos implementan políticas fiscales para aumentar el desempleo y reducir los salarios.

La guerra ha agravado una crisis del coste de vida que está sumiendo a miles de millones de trabajadores en apuros económicos sin precedentes. Los Gobiernos imperialistas están sacrificando las vidas de millones en Asia y África, donde se enfrentan a distintos grados de inanición, con el objetivo de debilitar los lazos del Gobierno ruso con la economía global. En Europa y Norteamérica, los precios de los alimentos, la gasolina, la electricidad, el alquiler y otros servicios básicos se están disparando debido a la guerra, mientras las burocracias sindicales corporativistas mantienen los salarios reprimidos.

Están emergiendo las condiciones para un estallido revolucionario en todo el mundo. Las protestas contra el alza del coste de vida están siendo suprimidas con una brutalidad letal en Perú, Sri Lanka, Ecuador y otros países.

En Europa, las huelgas están expandiéndose en las industrias del transporte, incluyendo entre los ferroviarios británicos, los estibadores en Alemania y Grecia, los trabajadores de aeropuertos en Francia, Dinamarca y Holanda, y los pilotos y tripulantes de cabina de las aerolíneas Easy Jet, Ryanair, British Airways y SAS. Ha habido huelgas poderosas en la industria pesada en EE.UU., donde decenas de miles de ferroviarios y estibadores también amenazan con hacer huelga.

La clase gobernante ha respondido prohibiendo las huelgas y culpando a los trabajadores por socavar el impulso bélico. En Reino Unido, los conservadores están denunciando a los trabajadores ferroviarios en huelga de ser “agentes de Putin”, mientras los tribunales en EE.UU. prohibieron una huelga ferroviaria con pretextos de seguridad nacional. Esta es la versión moderna de la narrativa de Hitler de una “traición”, atribuyendo a los trabajadores alemanes y a la revolución de 1918 la derrota del imperialismo alemán en la Primera Guerra Mundial. En España, el Gobierno “democrático” del PSOE y Podemos prohibió que los trabajadores en los aeropuertos se unieran a una huelga europea por razones similares.

El Comité Internacional de la Cuarta Internacional y sus secciones nacionales, los Partidos Socialistas por la Igualdad, llaman a que se desarrolle un poderoso movimiento de la clase obrera internacional contra la guerra imperialista. La lucha contra la guerra debe ir de la mano de la defensa de los derechos democráticos, que a su vez debe estar basada en las luchas crecientes de los trabajadores en todo el mundo y en un programa socialista en oposición al sistema de lucro capitalista.

(Publicado originalmente en inglés el 26 de junio de 2022)

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