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Los banqueros centrales respaldan la guerra de la Reserva Federal contra la clase trabajadora

Los banqueros centrales y los principales funcionarios económicos de todo el mundo se han alineado con fuerza detrás de la declaración de guerra contra la clase trabajadora pronunciada por el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell, en el cónclave de Jackson Hole a finales de la semana pasada.

El presidente de la Reserva Federal Jerome Powell, derecha, toma un descanso con los asistentes del simposio anual de bancos centrales en Jackson Lake Lodge en el parque nacional de Grand Teton, 26 de agosto de 2022, Moran, Wyoming [AP Photo/Amber Barsler]

En un discurso contundente de tan sólo nueve minutos, Powell dejó claro que no habrá tregua en las subidas de los tipos de interés de la Fed, induciendo una recesión si eso resulta necesario, para frenar la presión de los trabajadores por unos salarios más altos que compensen los recortes diarios en sus niveles de vida resultantes de la mayor inflación de las últimas cuatro décadas.

Powell dijo que, como resultado de las políticas de la Fed, habría un crecimiento más lento y unas condiciones del mercado laboral más suaves que 'traerían algo de dolor a los hogares y a las empresas'.

Fue significativo que en su brevísimo discurso Powell hiciera dos referencias al anterior presidente de la Fed, Paul Volcker, nombrado para el cargo por el presidente demócrata Jimmy Carter en 1979, que impuso tipos de interés récord en la década de 1980 como parte de la guerra llevada a cabo contra la clase trabajadora bajo la administración Reagan.

Las medidas de Volcker produjeron una devastación económica en EE.UU., ya que se cerraron sectores enteros de la industria y el desempleo se elevó a sus niveles más altos desde la Gran Depresión de los años 30, dejando efectos que aún se sienten hoy en día. También produjo condiciones similares a nivel internacional, especialmente en América Latina, ya que otros gobiernos se unieron a la ofensiva.

Cuatro décadas después, la podredumbre y la decadencia de la economía capitalista se han desarrollado a pasos agigantados y los representantes del capital financiero están dispuestos a ir aún más lejos si lo consideran necesario.

Esto quedó claro en las esperadas declaraciones de Isabel Schnabel, miembro del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE), en el cónclave del sábado. Dijo que existía el riesgo de que la inflación estuviera fuera de control y que sería necesario un 'sacrificio' aún mayor.

'Es probable que los bancos centrales se enfrenten a un mayor ratio de sacrificio en comparación con la década de los 80, incluso si los precios respondieran con más fuerza a los cambios en las condiciones económicas nacionales, ya que la globalización de la inflación hace más difícil que los bancos centrales controlen las presiones sobre los precios', afirmó.

Schnabel señaló la cuestión clave que está en la mente de los banqueros centrales y otros funcionarios: la necesidad de suprimir las demandas salariales, sin importar el coste.

'Tanto la probabilidad como el coste de que la alta inflación actual se afiance en las expectativas son incómodamente altos', dijo. 'En este entorno, los bancos centrales deben actuar con contundencia'.

Las expectativas de que la inflación se 'afiance' es un código en el lenguaje de los bancos centrales para referirse a los trabajadores que presionan por aumentos salariales en la creencia —confirmada en su experiencia diaria— de que las presiones del coste de la vida aumentarán aún más.

Schnabel también señaló los riesgos a largo plazo para la estabilidad del mercado monetario internacional que, durante los últimos 50 años, desde que el presidente Nixon retiró el respaldo en oro del dólar estadounidense, no ha estado respaldado por un depósito de valor.

Los bancos centrales, dijo, 'tienen que apoyarse con determinación contra el riesgo de que la gente empiece a dudar de la estabilidad a largo plazo de nuestras monedas fiduciarias'.

El director del banco central francés, François Villeroy de Galhau, no fue tan tajante, pero sus comentarios llevaban el mismo mensaje. Dijo que no debería haber 'ninguna duda' sobre la voluntad del BCE de subir los tipos de interés por encima del tipo neutro, un nivel que no promueve ni limita el crecimiento, y que 'nuestra voluntad y nuestra capacidad de cumplir nuestro mandato son incondicionales'.

Se trata de una previsión de subida de tipos importante, ya que se espera que la tasa de inflación de agosto en la eurozona alcance el 9% —muy por encima del objetivo del banco, en torno al 2%— cuando se publiquen las últimas cifras a finales de esta semana.

El presidente del Banco Nacional de Suiza, Thomas Jordan, advirtió que la inflación no es un fenómeno pasajero y que podría persistir durante años debido a factores estructurales de la economía, en medio de los signos de que se está generalizando.

'Hay indicios de que la inflación se está extendiendo cada vez más a bienes y servicios que no están directamente afectados por la pandemia o la guerra de Ucrania', dijo.

El gobernador del Banco de Corea, Rhee Chang-yong, llamó la atención sobre los problemas inflacionistas causados por la subida del dólar estadounidense producida por el endurecimiento monetario de la Fed. En Corea, como en muchos otros países, la subida del dólar y la caída del valor de la moneda nacional hacen que aumenten los precios de las importaciones, en particular de la energía y otros productos básicos. La inflación es, pues, importada.

'Ahora somos independientes del gobierno, pero no somos independientes de la Fed', dijo en una entrevista con Reuters.

'Así que si la Fed sigue aumentando el tipo de interés, tendrá una presión de depreciación para nuestra moneda'.

Otra contribución significativa al debate fue la de Gita Gopinath, primera directora gerente del Fondo Monetario Internacional, tras haber sido anteriormente su economista jefe. Tal vez sin quererlo, dejó al descubierto la responsabilidad de los gobiernos y los bancos centrales en la inflación que ahora asola la economía mundial.

Gopinath dijo que los 'modelos existentes' no podían explicar el aumento de la inflación, en particular la llamada curva de Phillips, desarrollada en la década de 1950, que pretende demostrar que la inflación está vinculada a las subidas salariales, ya que la inflación actual no estaba siendo dirigida por los salarios.

Dijo que la alta inflación se debía al estímulo proporcionado por los gobiernos como resultado del COVID: las cantidades masivas de dinero entregadas por los gobiernos a las empresas. No lo mencionó, pero bien podría haber citado, los billones de dólares bombeados al sistema financiero por los principales bancos centrales del mundo como otro factor clave.

Al mismo tiempo, también hubo 'una contracción de la producción potencial y del empleo'.

Aunque Gopinath no se explayó del todo, sus observaciones apuntaron a las causas esenciales de la crisis de inflación, que residen en la respuesta de los gobiernos y las autoridades financieras a la pandemia de COVID.

Cuando la pandemia se desató, los gobiernos de todo el mundo no adoptaron medidas decisivas de salud pública para no provocar una crisis en los mercados de valores. En lugar de ello, aplicaron, en el mejor de los casos, medidas limitadas de mitigación, mientras canalizaban dinero hacia el sistema financiero –sólo la Reserva Federal aportó más de 4 billones de dólares– después de que los mercados se congelaran en marzo de 2020.

Y su negativa a tomar medidas para eliminar el COVID, ya que desecharon incluso las medidas limitadas y adoptaron la 'agenda de dejar que correr', condujo a grandes problemas en las cadenas de suministro y a una contracción de la mano de obra que ahora ha desencadenado una espiral inflacionaria, exacerbada por la guerra por delegación dirigida por Estados Unidos contra Rusia en Ucrania.

Habiendo creado las condiciones para lo que equivale a un colapso de la economía mundial, ejemplificado más claramente en la escalada de la inflación, la política de los bancos centrales es hacer que la clase trabajadora pague por ello a través de la reducción de los salarios reales, la intensificación de la explotación impuesta a través de un régimen de altos tipos de interés que induce a la recesión. Este es el programa acordado en la reunión de Jackson Hole.

(Publicado originalmente en inglés el 28 de agosto de 2022)

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