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Perspectiva

El ataque contra Paul Pelosi y la crisis de la democracia estadounidense

Aún hace falta definir muchos detalles sobre el atentado violento contra Paul Pelosi, el esposo de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, la mañana del viernes en su hogar en San Francisco: ¿Cuál sistema de seguridad tenían y por qué Pelosi estaba complemente indefenso? ¿Cómo pudo el atacante entrar sin activar una alarma? ¿Tuvo cómplices o ayuda el sospechoso arrestado, David DePape?

Sin embargo, no cabe duda cuál es el significado político de este intento de homicidio: la amenaza cada vez mayor de la violencia fascista en Estados Unidos, que azuzan Donald Trump y el Partido Republicano, ha llegado a tal punto que el marido de la demócrata de mayor rango en el Congreso, la segunda persona en la línea de sucesión presidencial, fue vapuleado y casi asesinado.

Trump y compañía son los autores morales del atentado, independientemente de si DePape recibió asistencia, órdenes o fue manipulado. Por más de una década, la avalancha de propaganda violenta contra Pelosi ha sido un aspecto común de las campañas electorales del Partido Republicano y se ha intensificado desde que Trump se volvió prácticamente el líder incuestionable de este partido derechista.

DePape utilizó tanto el lenguaje como las tácticas de aquellos que irrumpieron el Capitolio el 6 de enero de 2021. Después de toparse a Paul Pelosi, presuntamente comenzó a gritar “¿Dónde está Nancy?”, la misma pregunta coreada por la turba fascista cuando invadía las oficinas de la presidenta legislativa en el Capitolio y mientras la amenazaban de muerte. DePape llegó con bridas de plástico, similares a las que llevaban muchos fascistas cuando entraron en el Capitolio para tomar prisioneros. Evidentemente planeaba utilizarlas para atar a Pelosi si la encontraba.

Las primeras impresiones de sus publicaciones en redes sociales sugieren que DePape, quien alguna vez había apoyado al Partido Verde y el nudismo, giró drásticamente hacia la derecha y se volvió en un devoto promotor de teorías conspirativas fascistoides como QAnon. Defendió fervientemente la campaña “Detengan el Robo” de Trump y el negacionismo electoral que también apoya más de la mitad de los candidatos republicanos para altos cargos federales y estatales en las elecciones de 2022.

Todo apunta a que, así como el complot para secuestrar y asesinar a la gobernadora Gretchen Whitmer de Míchigan en 2020 fue un preludio del ataque del 6 de enero en el Capitolio, este atentado potencialmente letal contra los Pelosi es el preludio de más violencia durante y después de la jornada electoral este año.

Pero si el Partido Republicano es el que carga las armas y provisiona los blancos para tales ataques, el Partido Demócrata es el que permite que se lleven a cabo. Ese es el significado de una campaña electoral de 2022 en la que Biden, Pelosi, Chuck Schumer y otros dirigentes demócratas han buscado minimizar la amenaza de la violencia fascista, describiendo a sus oponentes republicanos como “amigos” y “colegas” e incluso declarando, como lo hizo Biden después del ataque del 6 de enero, que le gustaría que haya “un Partido Republicano fuerte”.

En ocho días, bien se podría cumplir el deseo de Biden, ya que el Partido Republicano, dominado por candidatos que niegan la propia legitimidad de su Presidencia, podrían ganar el control de la Cámara de Representantes y una mayoría en el Senado. Los republicanos están amenazando con arrebatarle el control a los demócratas de las gubernaturas tanto de estados reñidos como Pennsylvania, Míchigan y Wisconsin como de bastiones tradicionales demócratas como Nueva York y Oregón.

¿Cómo es posible que un partido irreparablemente vinculado con el primer intento de anular una elección presidencial y negar la decisión de los votantes estadounidenses se posiciona para volver al poder? ¿Cómo es posible que el Partido Republicano pueda responder de la forma más desinteresada al intento de asesinar a la líder congresista demócrata, incluyendo un silencio sepulcral del propio Trump, sin temer las consecuencias?

La responsabilidad reside en el Parido Demócrata y el Gobierno de Biden, que han desarmado deliberadamente al pueblo estadounidense frente a un peligro cada vez mayor contra los remanentes de la democracia.

Incluso en las infrecuentes declaraciones de Biden y los demócratas sobre esta amenaza creciente a los derechos democráticos, como el discurso solitario de Biden durante la campaña de 2022, el tema fue abandonado rápidamente. En los dos meses desde que Biden declaró que “un extremismo… amenaza los propios cimientos de nuestra República”, no ha mencionado el tema.

En cuanto a los atentados del 6 de enero, cientos de soldados rasos violentos fueron imputados, pero los organizadores principales han quedado impunes y muchos operadores medianos que ayudaron a financiar y conducir el ataque ahora son candidatos republicanos en 2022, en estados que van desde Pennsylvania hasta California.

Ya se han registrado miles de amenazas de muerte contra candidatos, oficiales públicos y trabajadores electorales, la gran mayoría procedentes de la derecha fascista. Desde la elección de Trump en 2016, el número de amenazas de muerte solo contra miembros del Congreso ha aumentado en un 967 por ciento.

La respuesta del Gobierno de Biden ha sido propagar la complacencia o atribuir la amenaza de violencia a la “desinformación rusa”, buscando de ese modo atenuar la preocupación popular por el peligro fascista y aprovecharla para reforzar sus políticas de guerra en Ucrania.

Incluso cuando el ataque a Paul Pelosi lo obligó a abordar el tema, el presidente Biden no se atrevió a declarar que Trump y sus acólitos anhelan la violencia y buscan activamente instigarla. “¿Qué nos hace pensar que un partido puede hablar de elecciones robadas, de que el COVID es un engaño, de que todo es un montón de mentiras, y que eso no afecte a gente que quizá no esté tan equilibrada?”, dijo en un mitin en Pensilvania.

Sin duda, DePape es un individuo desequilibrado, quizá demente. Pero él refleja la realidad social de un país cada vez más desequilibrado y demente, en un sentido fundamental histórico y de clase: un pequeño puñado de superricos monopoliza la riqueza producida por cientos de millones de trabajadores, mientras que al mismo tiempo utiliza su monopolio político, a través del sistema bipartidista, para bloquear cualquier desafío desde abajo.

El Partido Demócrata se opone a cualquier movimiento desde abajo contra la amenaza continua de violencia y una dictadura fascistas en EE.UU. Su principal preocupación ante la posibilidad de que los republicanos tomen el control del Congreso es que no repercuta en la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia. Nada desviará a Biden de este conflicto, crítico para los intereses de Wall Street y el imperialismo estadounidense, pero que no despierta ningún entusiasmo entre los trabajadores.

La tarea central que enfrentan los trabajadores estadounidenses, y la única manera de derrotar la creciente amenaza de una dictadura, la violencia fascista y la guerra imperialista, es romper la camisa de fuerza política del sistema bipartidista controlado por las empresas, y tomar el camino de la lucha política independiente por un programa socialista e internacionalista.

(Publicado originalmente en inglés el 31 de octubre de 2022)

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