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Perspectiva

La raza, las clases y el asesinato policial de Tyre Nichols

Policías de Memphis golpean a Tyre Nichols el 7 de enero de 2023 [Photo: Memphis Police Department]

Tras la publicación la semana pasada del horrendo video del brutal ataque policial contra Tyre Nichols, provocándole la muerte tres días después, el presidente Joe Biden y la prensa capitalista han intentando presentar el asesinato de Nichols como el último ejemplo de “racismo sistémico”.

Los hechos dificultan este argumento. Los policías sometidos acusados de asesinato en segundo grado por matar al trabajador de FedEx de 29 años —Demetrius Haley, Tadarrius Bean, Emmitt Martin III, Desmond Mills Jr. y Justin Smith— son afroamericanos, al igual que Nichols.

No se ha presentado ninguna evidencia de que la detención de Nichols en un “control de tránsito” y el ataque policial subsecuente estuvieron motivados por racismo. Si bien la clase gobernante promueve actitudes racistas y atrasadas en los departamentos policiales de todo el mundo, la composición racial del Departamento de Policía de Memphis es aproximadamente igual al de la población de clase trabajadora de Memphis.

De los casi 2.000 policías, casi el 60 por ciento son negros, que se acerca al 64 por ciento que se identifica como negro en Memphis. Seis de los nueve dirigentes “ejecutivos” de la Policía de Memphis, incluyendo a la jefa Cerelyn Davis (quien lideró la creación de la unidad “SCORPION” que asesinó a Nichols) también son negros.

A la luz de estos hechos, los representantes de la clase gobernante que siguen utilizando el enfoque racial para explicar los interminables asesinatos policiales en EE.UU. alegan que, cuando mueren “personas negras” a manos de “policías negros”, la raza de los oficiales policiales no importa porque la sociedad estadounidense es racista de manera general y sistémica.

Los dos principales diarios afiliados al Partido Demócrata, el New York Times y el Washington Post publicaron comentarios que presentan el asesinato de Nichols como una confirmación del “racismo sistémico” en EE.UU.

En un editorial el 29 de enero intitulado “Sobre las actividades policiales violentas, decimos ‘nunca más’ para decir ‘volvió a suceder’”, el Post pregunta, “Cuántas veces más prometerán los estadounidenses y sus líderes en el Gobierno y las agencias policiales que ‘nunca más’ ocurrirán tales incidentes solo para encontrarnos lamentando que ‘volvió a suceder’” (énfasis nuestro).

Con un sutil truco verbal, el Post intenta atribuir a todo el pueblo estadounidense los asesinatos interminables llevados a cabo por la policía, que representa una institución del Estado y opera bajo la dirección de ambos partidos capitalistas. Desde que llegaron al poder tras el intento fallido de golpe de Estado, Biden y los demócratas han intentado adoptar una postura incluso más derechista que la de sus “colegas republicanos” fascistoides en cuando a apoyar y financiar la policía.

Esto va de la mano de un intento de minimizar el papel de la Policía de Memphis en su conjunto. El Post indica que existen algunos “aspectos positivos de este episodio”, incluyendo la afirmación de la jefa policial Davis de que “analizó con escepticismo los reportes iniciales y despidió a los hombres 12 días después”.

De hecho, la declaración inicial del Departamento de Policía de Memphis no mostró ningún “escepticismo” de nada. Decía que solo había ocurrido un “enfrentamiento” entre Nichols y los policías y que Nichols había sido llevado al hospital cuando “se quejó por falta de aire”.

La falsa declaración de la policía fue uno de los principales motivos que impulsaron a los padres de Nichols a protestar en múltiples ocasiones frente a la comisaría tras su muerte, y a difundir públicamente una fotografía del cuerpo malherido de su hijo, comparando el trato recibido por Nichols con la violencia mortal infligida a Emmett Till por los racistas de Mississippi en 1955.

Aunque asegura a sus lectores que “la mayoría de los policías hacen un trabajo difícil y necesario”, el Post concluye que el cambio que se necesita “es del tipo que no puede lograrse por medio de leyes y políticas: es cultural”. Es decir, el problema, al final, es el racismo.

La narrativa racialista fue planteada de manera aún más abierta por Charles Blow del New York Times, en su columna del 27 de enero titulada “La muerte de Tyre Nichols es la vergüenza de Estados Unidos”.

Blow desprecia las manifestaciones masivas de jóvenes y trabajadores de todas las razas que estallaron en 2020 tras el asesinato policial de George Floyd en Minneapolis, Minnesota. Escribe que estaban pobladas por “aliados evanescentes, políticos perseguidores de encuestas y chicos Covid encerrados que aprovecharon las protestas para congregarse”. Blow compara cínicamente las protestas con un episodio psicológico masivo, una “conciencia racial claustrofóbica” provocada por los “confinamientos por Covid” que “se derritió como cubitos de hielo en una acera de verano”.

A raíz de las protestas, escribe, “los estadounidenses pasaron a tener otras prioridades” y “el público en general se insensibilizó ante los asesinatos policiales, o empezó a ver insensiblemente los asesinatos policiales como subproductos desafortunados pero en última instancia aceptables de una mayor vigilancia policial muy necesaria en un momento de aumento de la delincuencia”.

El asesinato policial de Nichols es consecuencia, declara, de que “Estados Unidos les ha vuelto a fallar a los negros... Estados Unidos debería avergonzarse”.

Esto es a la vez una calumnia repugnante y un encubrimiento político. Es una calumnia contra los millones de estadounidenses que desafiaron valientemente la arremetida policial y el terrorismo fascista para oponerse a la violencia policial en el verano y otoño de 2020. Y es un encubrimiento del papel de los políticos del Partido Demócrata y sus portavoces, como el propio Blow, que desviaron esta oposición detrás de la política ruinosa de la identidad racial.

En medio de la avalancha de comentarios (el editorial del Post y la columna de Charles Blow son solo dos de muchos) sobre el “racismo sistémico” que supuestamente fue puesto en evidencia en el asesinato de Nichols, no se menciona el hecho de que la violencia policial afecta a trabajadores y pobres de todas las razas.

Mientras que los negros, los nativos americanos y los hispanos son asesinados a una tasa desproporcionada en comparación con la población general, de las más de 1.000 personas asesinadas por la policía cada año en Estados Unidos, el mayor porcentaje son hombres blancos.

Según cifras de Statista correspondientes a 2022, de las 1.192 personas muertas a manos de la policía en Estados Unidos a lo largo del año, 502, es decir, el 42 por ciento, se identificaron como blancos. Los negros, asiáticos, nativos americanos, isleños del Pacífico y “desconocidos” combinados representaron 474 muertes, o el 41 por ciento. Los hispanos representaron 216, o aproximadamente el 18 por ciento de las muertes.

Entre los homicidios policiales más terribles grabados en vídeo en los últimos años, que fueron ignorados por los principales medios de comunicación, se encuentra el de Jerod Draper. Draper, quien era blanco, murió en una cárcel del condado de Harrison, Indiana, después de que “le pisotearan los pies descalzos, le pincharan los puntos de presión y le aplicaran varias descargas eléctricas”, mientras “suplicaba en voz alta que cesara el dolor”, según una investigación del IndyStar de diciembre de 2021.

En la medida en que el racismo desempeña un papel en los asesinatos policiales, se debe al hecho de que la clase dominante ha convertido los departamentos de policía en caldos de cultivo para los elementos sociales más atrasados y lumpen. Esto no lo hacen para que defiendan una jerarquía racial, sino el sistema capitalista y la riqueza malhabida y la propiedad privada de la clase dominante. Lo que tienen en común las víctimas de la violencia y los asesinatos policiales es que en su inmensa mayoría pertenecen a la clase trabajadora.

Los argumentos del Post, el Times e innumerables otros medios tienen por objeto ocultar que la violencia policial tiene su origen en la realidad del capitalismo estadounidense, al tiempo que dividen a los trabajadores entre sí por motivos de raza.

¿Cuál es la verdadera explicación de los horrores de la violencia policial? Cabe destacar dos factores.

En primer lugar, Estados Unidos es el país capitalista con la mayor desigualdad social y es presidido por una clase dominante que ha amasado una riqueza inimaginable en medio de la destrucción de los servicios sociales, el desmantelamiento de las ciudades y una pandemia que ha matado a más de un millón de personas.

En segundo lugar, y esto es especialmente importante, están las operaciones del imperialismo estadounidense en todo el mundo. El Gobierno estadounidense gasta un billón de dólares al año para financiar los instrumentos de la muerte. El Pentágono ha participado por 30 años de interminables guerras neocoloniales e intervenciones en todo el mundo, que ahora se han transformado en un conflicto directo con Rusia. En aras del dominio mundial, la clase dominante ha construido un enorme aparato de violencia militarista.

Pero no existe una línea divisoria entre la institución organizada de la violencia en el exterior y la institución organizada de la violencia en el interior. De hecho, existen innumerables conexiones entre el ejército y la policía, tanto en términos financieros como de personal. Además, ambos son instrumentos del Estado y de la clase dominante capitalista que lo controla.

Esta es la función de clase esencial de la policía que la narrativa del “racismo sistémico” pretende ocultar. Pero es la base esencial para que la clase obrera de todas las razas se oponga a la violencia policial oponiéndose al capitalismo.

(Publicado originalmente en inglés el 30 de enero de 2023)

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