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Perspectiva

La expansión militar de Australia refuerza los planes de guerra estadounidenses contra China

El informe de una Revisión Estratégica de Defensa (DSR, por sus siglas en inglés) publicado esta semana describe la mayor expansión del poderío militar australiano desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

El primer ministro Anthony Albanese se pronuncia durante una rueda de prensa en Canberra después de la Revisión Estratégica de Defensa, 24 de abril de 2023. El ministro de Defensa, Richard Marles, se encuentra en el podio izquierdo [Photo: @AlboMP]

Sus autores y el Gobierno laborista que solicitó la revisión han declarado que el país debe “mejorar su capacidad de ataques de largo alcance en todos los dominios”, incluyendo la fuerza aérea, la armada y el ejército. Esto se debe a la transformación del Indo-Pacífico en el escenario de “una competencia estratégica entre las mayores potencias” que presenta “la posibilidad de un gran conflicto”.

El documento no es nada menos que una declaración de que Australia está preparada para participar en una guerra agresiva encabezada por EE.UU. contra China. Este programa está siendo implementado a espaldas de la población por parte de un Gobierno laborista elegido hace menos de un año bajo la consigna de “un mejor futuro”. No tiene ningún mandato para hacer planes de guerra y existe una oposición generalizada a una guerra en el pueblo obrero.

El rearme australiano forma parte de un fenómeno universal. En medio de la crisis más profunda del capitalismo desde la década de 1930, todas las potencias imperialistas se están remilitarizando. Alemania está reanudando sus operaciones ofensivas contra Rusia en Ucrania. Japón ha duplicado su presupuesto militar. Francia y Reino Unido están retomando sus ambiciones imperiales.

El hecho de que Australia, un país geográficamente aislado, se una a este proceso demuestra el carácter global de esta erupción militarista.

La revisión australiana no se llevó a cabo en aislamiento. Fue elaborada en una colaboración estrecha con el Gobierno de Biden y el Estado norteamericano.

EE.UU. está intensificando continuamente su guerra subsidiaria contra Rusia en Ucrania. Esto ha incluido el suministro de más de $100 mil millones en asistencia y el despliegue de fuerzas especiales y otro personal dentro de Ucrania. Ahora, está impulsando junto a sus aliados la integración de Ucrania en la OTAN, lo que podría desencadenar una guerra directa con Rusia.

Pero incluso cuando persiguen estas políticas en Europa del Este, que podrían desencadenar una catástrofe nuclear, el imperialismo estadounidense y sus aliados están abriendo un nuevo frente en lo que constituye una guerra global en ciernes.

Estados Unidos está arremetiendo a toda máquina contra China, incluyendo el desarrollo de una red de alianzas militares agresivas con India, Japón, Corea del Sur y Australia en el centro, así como los países más pequeños de la región. Mientras tanto, está avivando deliberadamente los focos de conflicto que podrían conducir a una conflagración, como menoscabar el statu quo de décadas en torno a Taiwán.

Australia está abocado a asumir un papel protagónico. Como el aliado más fiable del imperialismo estadounidense en el Indo-Pacífico, debe intimidar y acosar a otras naciones para que sigan la línea de Washington. La canciller australiana Penny Wong ha trabajado arduamente en esta línea, visitando todas las naciones insulares del Pacífico en menos de un año, y la mayoría de los países del sudeste asiático, donde ha dejado claro que no se tolerará ninguna desviación.

Militarmente, Australia debe ser la “punta de la lanza”, en palabras del antiguo secretario de la Armada de Trump, Richard Spencer. Debe marcar la pauta de una incesante acumulación militar en la región, cuya lógica es formar un cerco militarizado alrededor de China.

Y también debe funcionar como un “ancla meridional” para el propio ejército estadounidense. Un arsenal cada vez mayor de los principales medios de ataque estadounidenses, incluidos aviones de combate, submarinos de ataque y buques de guerra, se estacionarán en la isla-continente, que está fuera del alcance de la mayoría de los misiles chinos.

El DSR no solo exige un gran despliegue militar. Anula las doctrinas que nominalmente han regido la política de defensa australiana desde al menos los años setenta y ochenta.

Australia, como potencia imperialista, ha promovido continuamente sus intereses depredadores, especialmente en el sur del Pacífico. También se ha sumado a todas las guerras criminales dirigidas por Estados Unidos, incluida la invasión sociocida de Irak y la ocupación de Afganistán durante veinte años.

Pero su política militar primordial había sido, al menos en el papel, la defensa del relativamente aislado continente australiano y sus aproximaciones y la preparación para un conflicto de baja intensidad en las inmediaciones. Ya no es así. El DSR proclama que ahora el ejército debe desplegar una “proyección impactante” en todo el Indo-Pacífico y más ampliamente, porque “los objetivos se encuentran mucho más allá de nuestras fronteras”.

Y el DSR introduce otra nueva doctrina. En frases repetidas 37 veces en un documento de 110 páginas, declara que el esfuerzo militar debe ser un esfuerzo “de todo el Gobierno” y “de toda la nación”. Esto, declara el documento, requiere “unidad y cohesión nacional”.

Esto no es ni más ni menos que una declaración de que todos los aspectos de la sociedad han de estar subordinados a la “seguridad nacional” y al esfuerzo bélico, desde las escuelas y universidades hasta la economía y todos los lugares de trabajo.

Pone en tela de juicio la supervisión y el control civil sobre el ejército, invirtiendo la relación al situar a los militares por encima de las instituciones nominalmente democráticas. También proporciona el marco para adoptar medidas de Estado policial, como la ilegalización de las huelgas y otros actos de protesta, alegando que atentan contra la “unidad nacional”.

Para justificar estos cambios radicales, la revisión repite las falsas afirmaciones de Washington de que China está llevando a cabo la mayor expansión militar en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, que está recurriendo a la “coerción económica” y a operaciones agresivas en toda la región.

Todo esto no es más que una proyección. Estados Unidos ha inundado el mundo de bases militares, incluso el Indo-Pacífico y la propia Australia. El Pentágono ha llevado a cabo una vasta acumulación militar en el Indo-Pacífico desde que la Administración de Obama proclamó su “pivote hacia Asia” desde el Parlamento australiano en 2011.

Todos los activos militares descritos en el DSR son de carácter agresivo. Eso incluye la flota de submarinos de propulsión nuclear que Australia va a adquirir, apodados “el superdepredador del mar”; misiles de ataque de largo alcance para el ejército, junto con drones armados no especificados; misiles de ataque para la armada y la fuerza aérea.

Todo el norte del continente se está transformando en un hangar militar de facto, con amplios acuerdos de bases y abastecimiento de combustible, para que pueda servir como punto de lanzamiento de misiones agresivas estadounidenses y australianas en toda la región, incluso contra la propia China continental.

El verdadero propósito de los planes de guerra, como han explicado altos cargos estadounidenses, es combatir a China porque su crecimiento económico amenaza la posición dominante del imperialismo estadounidense. Los enfrentamientos con Rusia y China se ven cada vez más como dos frentes de un único conflicto destinado a garantizar el dominio estadounidense sobre la masa terrestre euroasiática, que se considera crucial desde el punto de vista geoestratégico.

El impulso bélico, en el que participan todas las grandes potencias, tiene su origen en el desmoronamiento del sistema capitalista. Todos estos Gobiernos intentan desviar hacia el exterior las explosivas tensiones sociales, al tiempo que compensan su propia crisis con medidas militares agresivas dirigidas contra sus rivales.

Los mismos procesos que empujan a los imperialistas a la guerra impulsan las explosivas luchas sociales de la clase obrera. Ya se está produciendo un importante crecimiento de la lucha de clases, con poderosas huelgas y protestas en prácticamente todos los continentes. Estas luchas están estallando en oposición a las consecuencias de la guerra, incluyendo la inflación disparada y las medidas de austeridad destinadas a hacer que la clase obrera pague por la enorme acumulación militar.

Solo se le puede poner fin a la guerra mediante la abolición del capitalismo y su arcaico sistema de Estados nación. Eso significa luchar por un movimiento socialista de la clase obrera internacional, uniendo a los trabajadores de todo el mundo en una lucha común por la igualdad social, los derechos democráticos y la paz.

Esta perspectiva será resumida en el acto global en línea para celebrar el Día Internacional de los Trabajadores de 2023. Será transmitido en vivo a las 5 a.m. hora del este de Australia el lunes 1 de mayo (3 p.m. hora del este de Norteamérica, el domingo 30 de abril). Regístrate aquí .

(Artículo publicado originalmente en inglés el 26 de abril de 2023)

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