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Perspectiva

El Estado policial de Macron libra una guerra contra los trabajadores franceses

Manifestación en la Plaza de la Nación de París, 1 de mayo de 2023 [AP Photo/Thibault Camus]

El Primero de Mayo, la jornada internacional de solidaridad de la clase trabajadora, el presidente francés Emmanuel Macron desplegó hordas de policías antidisturbios fuertemente armados cuando millones protestan los recortes jubilatorios que impuso pese a una oposición popular contundente. Los médicos presentes asistieron a 200 manifestantes heridos, incluyendo a 30 en condición grave, así como 2.000 casos de inhalación de gas lacrimógeno.

Tal arremetida fue más que una señal de odio del “presidente de los ricos” hacia la mayoría de la población que realiza un trabajo asalariado. Es una advertencia a los trabajadores en Francia e internacionalmente sobre cómo los Gobiernos capitalistas reaccionan a la creciente oposición de masas. El Gobierno de Macron está recurriendo a niveles de represión política no vistos desde el régimen fascista de Vichy.

Mientras los trabajadores siguen protestando los recortes opuestos por más del 75 por ciento del pueblo francés, Macron gobierna por medio de la violencia policial. El nivel de brutalidad desatado por los policías en los cuatro meses de protestas contra los recortes de Macron se acerca a los saldos asombrosos dejados pro la represión de las protestas de los “chalecos amarillos” contra la desigualdad social. En ese momento, a lo largo de un año, hubo más de 10.000 personas arrestadas, 4.400 heridos incluyendo 30 mutilados, y una mujer fallecida de 80 años Zineb Redouane, quien no participaba en las protestas.

En 2023, en cada una de las 14 huelgas nacionales de protesta celebradas por la Intersindical, cientos han sido arrestados y sufrido lesiones. Los policías atacan a los manifestantes pacíficos frente a las cámaras de los noticieros, les arrancan los ojos con proyectiles de goma, les destrozan las manos con granadas, golpean a los periodistas que los filman y vapulean y provocan a los manifestantes indefensos que arrastran fuera de las marchas.

A este punto, el Gobierno está gobernando completamente con base en la violencia organizada contra la población.

La represión en Francia echa por tierra la mentira de que la OTAN está en guerra con Rusia en Ucrania para defender la democracia. Macron está pisoteando la democracia cuando recorta decenas de miles de millones de euros de las pensiones para financiar sus recortes fiscales a los ricos y un aumento de 90 mil millones de euros en el gasto militar para intensificar la guerra. Los mismos intereses sociales y de clase que empujan a las potencias imperialistas de la OTAN a hacerle la guerra a Rusia también las llevan a adoptar regímenes de Estado policial, incluso en los países imperialistas más ricos.

Pese al uso repetido de la violencia, Macron no ha podido controlar el movimiento de masas, que ha cobrado un poderoso ímpetu hacia adelante.

El World Socialist Web Site escribió en su convocatoria para el Primero de Mayo 2023 que se está fraguando un movimiento revolucionario junto a la escalada de la guerra:

Las mismas contradicciones económicas, geopolíticas y sociales que orientan a las élites gobernantes imperialistas hacia la guerra ofrecen un impulso objetivo a la radicalización de la clase obrera y el estallido de luchas revolucionarias.

La violencia policial masiva contra la clase obrera francesa desemboca inescapablemente en una conclusión. No hay lugar para concesiones ni nada que negociar con Macron. El camino a seguir para la clase trabajadora es tumbarlo por medio de una huelga general.

Las encuestas muestran que dos tercios de los franceses apoyan una huelga general para bloquear la economía. Sin embargo, esto requerirá todo el poder social e industrial de la clase obrera, en oposición a los esfuerzos del Partido Comunista estalinista y de los sindicatos para detener el movimiento de masas.

Hay muchos indicios de que en los círculos gobernantes a nivel internacional está creciendo la alarma por la creciente ira de la clase obrera en Francia. La aprobación de los recortes por parte de Macron no ha puesto fin a las protestas. Más bien ha deslegitimado su Gobierno, incluso mientras las huelgas contra los recortes salariales, la austeridad social y la inflación se multiplican en Alemania, Reino Unido y otros países de Europa y más allá. El Primero de Mayo, varios Gobiernos capitalistas pusieron fin a su calculado silencio sobre la brutalidad policial de Macron y emitieron declaraciones de preocupación.

En el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, Suecia pidió a Francia que “tome medidas para abordar de manera transparente las denuncias relativas al uso excesivo de la fuerza por parte de la policía y la gendarmería contra los manifestantes durante las manifestaciones”. Rusia afirmó que las “duras y a veces violentas medidas de Francia para dispersar a ciudadanos pacíficos” son motivo de preocupación.

China pidió a Francia que “ponga fin a las medidas que violan los derechos de los migrantes”, y Estados Unidos instó a París a apoyar “los esfuerzos para contrarrestar los delitos y amenazas de violencia motivados por el odio religioso”.

El banco danés SaxoBank también publicó un documento informativo en el que especulaba con la posibilidad de que Macron dimita ante la crisis política provocada por la falta de apoyo parlamentario a sus políticas de austeridad.

Pero estas fuerzas no intervienen por una repentina preocupación por la brutalidad policial en Francia o por el deseo de un régimen capitalista más democrático. Operan sistemas penitenciarios que detienen a millones de personas, con Estados Unidos de primero en la lista como el mayor carcelero del mundo y donde la policía mata en promedio a tres personas al día. Más bien, están empezando a perder la confianza en la capacidad de Macron para gestionar la situación y promover los intereses de la oligarquía financiera capitalista.

Temen lo que podría suponer una erupción revolucionaria en Francia para su propia capacidad de imponer las mismas políticas dictatoriales de recortes salariales y austeridad social en casa, y –en el caso de las potencias imperialistas de la OTAN— la guerra contra Rusia en Ucrania.

En todo el mundo, las élites capitalistas dominantes recuerdan cómo la huelga general francesa de mayo de 1968 desencadenó una oleada internacional de luchas revolucionarias de la clase obrera. Solo en Europa, derribó los Gobiernos en Reino Unido, Portugal, Grecia y España, mientras que decenas de millones de trabajadores se unieron a las huelgas y protestas en Alemania, Italia y más allá. Esto desempeñó un papel importante en la radicalización de una generación de jóvenes estudiantes y trabajadores de todo el mundo.

Cincuenta y cinco años después y más de tres décadas desde que la burocracia estalinista disolviera la Unión Soviética en 1991, se está produciendo un recrudecimiento de la lucha de clases en todo el mundo. Presionadas por las insolubles contradicciones geopolíticas y financieras del capitalismo globalizado, que se hunde cada vez más en una nueva guerra mundial entre la OTAN y Rusia, las élites capitalistas dominantes no tienen reformas que ofrecer. Ante la creciente oposición y rabia de la clase obrera, solo responden con violencia policial.

La clase obrera necesita derrocar el Gobierno de Macron. Los trabajadores se enfrentan a la tarea de organizarse, pero no para presionar a la clase dominante y pedirle reformas democráticas nacionales, sino para organizar una lucha internacional por el poder. Esto requiere la construcción de organizaciones de base que permitan a las masas obreras movilizarse mediante acciones militantes y huelgas generales para derrocar los Gobiernos y poner en el poder Gobiernos obreros.

Cuanto más se desarrolla el movimiento en Francia, más expone las traiciones de la burocracia sindical y de figuras políticas como Jean-Luc Mélenchon. Todos esperan desesperadamente que el movimiento decaiga.

Los trabajadores no pueden confiar en las burocracias sindicales francesas que, a pesar de sus pretensiones de ser más “radicales” que sus homólogas en otros lugares, desempeñan un papel contrarrevolucionario. No ofrecen a los trabajadores ninguna perspectiva para derrotar a Macron y, en cambio, suspenden repetidamente las huelgas para pedir una “mediación” con el Estado policial fascistizante de Francia. Su fracaso en organizar una huelga general cuando era exigida por una gran mayoría del pueblo francés, y una mayoría masiva de trabajadores franceses, deja claro que sirven para bloquear y demorar, no para organizar, las luchas de los trabajadores.

El Parti de l'égalité socialiste (PES), la sección francesa del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, llama a la celebración de asambleas generales en los centros de trabajo y escuelas de toda Francia, para votar resoluciones que exijan la destitución de Macron y el cese de sus recortes. A partir de estas asambleas, los trabajadores y los jóvenes pueden formar comités de base para coordinar huelgas y acciones de protesta y preparar una huelga general para derrocar a Macron.

Sobre todo, estos comités de base pueden coordinar las luchas de los trabajadores en Francia con la creciente ola de huelgas y oposición política en el mundo. En la lucha contra Macron, los mejores aliados de los trabajadores franceses son sus hermanos y hermanas de clase que luchan contra las mismas políticas reaccionarias y élites financieras a nivel internacional.

Movilizados en la Alianza Internacional Obrera de los Comités de Base (AIO-CB) y armados con una perspectiva revolucionaria, los trabajadores deben convertir la lucha para derrocar a Macron en el primer paso de una lucha para expropiar a la oligarquía financiera y construir una sociedad socialista global.

(Publicado originalmente en inglés el 2 de mayo de 2023)

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