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La pseudoizquierda mexicana forma coalición inspirada en el FIT-U argentino

El nuevo “Bloque de Izquierda, Independiente, Anticapitalista y Antipatriarcal” en México presentó su primera declaración desde las elecciones presidenciales del 2 de junio, uniéndose a la ola de triunfalismo promovida por la prensa progubernamental y círculos oficialistas después de la victoria de Claudia Sheinbaum, la sucesora elegida a dedo por el presidente Andrés Manuel López Obrador, conocido como AMLO.

[Photo: Jefatura de Gobierno, Ciudad de Mexico]

El bloque se anunció el 27 de mayo, la misma semana de los comicios, y está liderado por un puñado de tendencias que rompieron con el trotskismo hace décadas. Esto incluye al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y la Liga por la Unidad Socialista (LUS), que dicen ser secciones del Secretariado Unificado pablista; el Movimiento de los Trabajadores Socialistas (MTS), la sección de la llamada Fracción Trotskista liderada por el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) de Argentina; y el Movimiento al Socialismo (MAS), la sección de la Unidad Internacional de los Trabajadores (UIT-CI).Tanto la Fracción Trotskista como la UIT-CI tienen sus raíces en y mantienen el legado del revisionista argentino Nahuel Moreno.

Si bien pretenden ser una “alternativa” al partido gobernante, el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) de López Obrador, todas estas formaciones tienen una larga historia de promover ilusiones “izquierdistas” en AMLO y su Gobierno. El bloque simplemente proporciona una nueva plataforma para desempeñar este papel más efectivamente.

En su declaración publicada el martes, seis semanas después de la votación, el bloque aún no puede contener su entusiasmo, refiriéndose en un solo documento al “carro completo” que ganó Morena, un “gran triunfo [donde] se expresan las aspiraciones de millones”, una “aplastante votación”, etc. En una sección que podría haber sido escrita por el equipo de campaña de Sheinbaum, añade:

El resultado muestra que el pensamiento y propuesta que AMLO impulsó este sexenio, otra expresión del progresismo que ha surgido en América Latina estos años, ha logrado ser hegemónico ideológicamente en la sociedad y sienta las bases para la consolidación de los cambios en el régimen político con los que Claudia Sheinbaum está comprometida a dar continuidad.

Si bien señala algunas limitaciones, procede a exagerar el efecto de los programas sociales de AMLO y los “avances puntuales en derechos laborales”. Las escasas transferencias de efectivo a estudiantes y ancianos y los aumentos al salario mínimo no solo “beneficiaron a millones de familias mexicanas”, según el bloque, sino que fueron tan significativas como para “dinamizar el mercado interno”.

El lópezobradorismo se describe como “progresista” seis veces, añadiendo que, por definición, se caracteriza por “políticas asistenciales”.

La declaración toma la mayoría de sus formulaciones de un artículo anterior de Edgard Sánchez, cofundador y líder desde hace mucho tiempo del PRT pablista, quien redactó claramente la declaración. Las políticas sociales de AMLO no son “simplemente una práctica clientelar”, escribe, sino “una política más completa pues efectivamente introduce nuevos derechos sociales”.

Sánchez escribe que, contrariamente a sus predecesores, bajo AMLO, “la militarización no se reduce a nuevos Tlatelolcos, sino al empoderamiento de las fuerzas armadas en el aparato del Estado…”. En otras palabras, hoy no hay peligro de que el Gobierno ordene al ejército otra masacre de cientos de estudiantes protestando, como la que tuvo lugar en Tlatelolco en 1968.

La declaración fundacional del bloque, que fue presentada en mayo en el Café La Habana de la Ciudad de México por Isabel Vega del MTS y Sánchez del PRT, también celebra los “nuevos mecanismos de justicia laboral” introducidos por López Obrador, refiriéndose a la Reforma Laboral que facilita la elección de supuestos sindicatos “independientes” que deben ser vetados por el Gobierno para reemplazar a las burocracias desacreditadas y mafiosas. En la nueva declaración, el bloque añade casualmente que fue una “reforma laboral promovida por el TMEC [Tratado Comercial de México, EE.UU. y Canadá] y el imperialismo como una posibilidad para alcanzar la democracia sindical… de donde surgieron nuevos sindicatos independientes en la industria y otros gremios”.

La declaración más reciente, además, hace un llamamiento a “las organizaciones sindicales que se reivindican democráticas y opositoras, cuya mayoría apoyó explícitamente al oficialismo en estas elecciones, a retomar el camino de la organización independiente y la movilización”.

En un artículo postelectoral, el MTS escribe de manera similar que el éxito ideológico de MORENA se vio favorecido en gran medida por “el papel de las conducciones sindicales y políticas, que se cuidaron de alentar la solidaridad y coordinación de los conflictos emergentes, y se alinearon al gobierno”, incluido “el llamado sindicalismo democrático”.

A pesar de no abogar directamente por un voto para Sheinbaum y MORENA, los documentos del bloque tienen la clara intención y el efecto de reforzar lo que describen como la “hegemonía ideológica” del partido oficialista burgués sobre la clase trabajadora.

Su fascinación por AMLO es tan solo un poco más disimulada que durante las elecciones de 2018. Por ejemplo, una declaración del PRT publicada en International Viewpoint antes de aquellas elecciones abogó por “aprovechar la apertura que una victoria de AMLO podría proporcionar para construir un movimiento obrero unido a la izquierda de su partido”.

Poco después de la victoria de AMLO, se intentó tal reagrupamiento durante varios “Foros Socialistas”. Durante el foro del 7 de julio de 2018, Jaime González de la LUS dijo: “Felicitamos a las personas que votaron, pensamos que esta avalancha de votos es verdaderamente un evento extraordinario”. Sánchez, del PRT, dijo: “Sí, estamos muy contentos con eso. Es un triunfo de la lucha popular”.

Manuel Aguilar Mora de la LUS, quien presidía el foro, comparó la elección de AMLO con un cambio monumental tan grande como la disolución de la URSS. “El pueblo mexicano, muy estúpido, muy poco politizado, muy poco consciente pero qué batacazo le dio al PRI y al PAN”, añadió. Concluyó con la siguiente invitación:

El proceso del foro es ese, está hecho para eso, para todos los que quieran tener ideas e iniciativas, para los sectarios, para los oportunistas, todos los que quieran ver qué tipo de forma de relación podemos tener para que juntos podamos avanzar y en ese momento dejar de ser sectarios o oportunistas, lo hagamos.

En efecto, el nuevo “Bloque de Izquierda” es la concreción, seis años después, de tal reagrupamiento de oportunistas nacionales.

Una alianza sin principios

En su declaración fundacional, el bloque advierte sobre el peligro de que la desilusión futura en Sheinbaum lleve al poder a los partidos tradicionales de derecha o de un movimiento de extrema derecha como el que lidera el presidente argentino Javier Milei.

Al mismo tiempo, el bloque argumenta que está siguiendo el modelo del Frente de Izquierda y Trabajadores-Unidad (FIT-U) de Argentina, sin buscar conciliar ambas posiciones. El FIT-U, que ocupa cinco escaños en la Cámara de Diputados y ha recibido repetidamente más de un millón de votos, se ha convertido en una plataforma para obtener posiciones en la política, los sindicatos, las ONG y la academia en Argentina.

Como ha analizado ampliamente el World Socialist Web Site, el ascenso de Milei se debió a la falta de una verdadera alternativa de izquierda, dado que el FIT-U ha fomentado constantemente ilusiones e incluso formado “frentes” con los políticos y los burócratas sindicales peronistas, que son responsables de destruir los niveles de vida, los programas sociales y los empleos de los trabajadores argentinos mediante la implementación de los dictados del FMI.

Ambas coaliciones responden a cálculos totalmente nacionalistas y no se basan en ningún acuerdo de principios en absoluto. Por un lado, los morenistas (de la corriente de Nahuel Moreno) en la UIT-CI, a la que pertenecen el MAS mexicano y la Izquierda Socialista argentina, han respaldado sistemáticamente la guerra entre Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en Ucrania, recaudando fondos y enviando combatientes al ejército ucraniano, que se encuentra liderado por fascistas. El Secretariado Unificado pablista también ha respaldado la propaganda de la OTAN en apoyo de la guerra. Mientras tanto, los socios del PTS-MTS afirman oponerse tanto a Rusia como a la OTAN, mientras que otras fuerzas en sus coaliciones respaldan abiertamente al régimen de Putin.

El bloque también oculta el historial de los grupos que lo integran, que han participado en numerosas coaliciones de este tipo con resultados desastrosos para la conciencia de la clase trabajadora. El propio PRT mexicano se formó de manera similar después de las elecciones de 1976. En ese momento, el Secretariado Unificado pablista reconoció dos secciones mexicanas, la Liga Socialista alineada con Nahuel Moreno y el Grupo Comunista Internacionalista (GCI).

En 1976, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) bloqueó otras candidaturas y ganó sin oposición por temor a que cualquier oposición pudiera alimentar el aumento masivo en curso de protestas estudiantiles y obreras en todo México contra la desigualdad y el régimen autocrático del PRI.

En este contexto explosivo, todas las facciones pablistas bloquearon una lucha independiente de la clase obrera por el poder. El GCI inicialmente llamó a un “frente de izquierda revolucionaria” y luego a un “frente nacional basado en un programa anticapitalista”. La Liga Socialista morenista estableció una coalición electoral con el Partido Comunista estalinista, el cual protagonizó el asesinato de León Trotsky solo una generación antes, y presentó al estalinista Valentín Campa como su candidato presidencial (aunque no pudo obtener la certificación) junto con una lista conjunta de candidatos para el Congreso. El GCI luego también respaldó a Campa.

Solo tres años antes, en una coalición similar, los pablistas en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria en Chile subordinaron al movimiento revolucionario emergente de trabajadores al frente popular bajo Salvador Allende y los estalinistas, desarmando políticamente a los trabajadores antes del golpe militar de 1973 y la posterior dictadura bajo el general Augusto Pinochet.

Más tarde en 1976, el GCI cambió brevemente su nombre a “Liga” o LCI, antes de establecer el PRT junto a la Liga Socialista morenista. Los documentos del Primer Congreso del nuevo partido afirman de manera reveladora que “el partido debe iniciar su actividad, agitación etc., a partir del nivel de conciencia en el que se encuentran las masas, por muy pequeño que éste sea...”.

Los morenistas serían expulsados del PRT en 1979, después de que el Secretariado Unificado dirigido por Ernest Mandel respaldara la represión y deportación de los morenistas bajo el nuevo Gobierno burgués sandinista en Nicaragua. En México, los morenistas establecieron entonces el Partido Obrero Socialista (POS), predecesor del actual MAS. Entre otras maniobras oportunistas, el POS se uniría nuevamente a una coalición con los estalinistas en el Partido Socialista Unificado Mexicano (PSUM).

Otro punto de inflexión clave para los pablistas mexicanos fue la liquidación de la mayoría del PRT en el nuevo Partido de la Revolución Democrática (PRD), una organización burguesa de centroizquierda, escindida del PRI, dirigida por Cuahtémoc Cárdenas y AMLO, y establecida en 1989. Este giro del PRT fue liderado por Edgard Sánchez, mientras que una minoría liderada por Manuel Aguilar abandonó y estableció la LUS en 1996. Para el año 2000, Aguilar aceptaría postularse como candidato presidencial del PRT. Todos estos giros y vueltas se llevaron a cabo sobre la base de consideraciones tácticas inmediatas inspirada por la búsqueda de posiciones en la política burguesa, sin ninguna evaluación posterior.

A pesar de tales diferencias en su pasado y hoy, Enrique Gómez del MAS dijo durante la presentación del nuevo “Bloque de Izquierda” de 2024: “No hay ninguna diferencia sustancial en el bloque”.

Estas capas sociales son indiferentes a las consecuencias desastrosas para los trabajadores de la intensificación de la explotación capitalista, la subordinación del país a los planes de guerra contra Rusia y China, la detención de cientos de miles de migrantes por parte de las tropas mexicanas, o incluso la amenaza de la dictadura y el fascismo.

Solo esta actitud puede explicar la descripción como “progresista” de López Obrador, un títere de multimillonarios mexicanos como Carlos Slim, los gobiernos imperialistas de Trump, Biden y Trudeau y el brutalmente represivo ejército mexicano.

Estos elementos pseudoizquierdistas esperan hacer avanzar sus carreras traicionando a los trabajadores en los sindicatos y la política a instancias del imperialismo. Estas fuerzas no temen al Estado capitalista porque no quieren derrocarlo y no lo ven como un enemigo en absoluto.

Sus principales llamamientos se leen como una solicitud de empleo para el nuevo Gobierno de Sheinbaum.

La declaración fundacional del bloque hace la invitación amplia a “todos aquellos sectores que comparten la necesidad de construir una alternativa política para la clase trabajadora, las mujeres, las disidencias sexogenéricas, los pueblos originarios y todas las personas oprimidas en nuestro país”.

Combinada con una fraseología radical (como la necesidad de “imponer” demandas al Gobierno y tomar “las calles”), la perspectiva presentada no va más allá de presionar el Gobierno de Sheinbaum. El bloque presiona, en particular, por un mayor presupuesto para cuestiones de derechos de las mujeres, sobre todo contra la “violencia machista y patriarcal” y para superar la brecha salarial de género, así como por una reforma electoral que facilite la participación de los partidos más pequeños.

Los principales líderes, Sánchez del PRT y Luis González y Manuel Aguilar de la LUS, forman parte de la generación de manifestantes estudiantiles de clase media del ’68. Estos exlíderes estudiantiles hicieron las paces con el capitalismo hace mucho tiempo. Su “anticapitalismo” está influenciado por el pensamiento antimarxista, incluido el existencialismo, la Escuela de Frankfurt y otros predecesores del posmodernismo, preocupados por molestias con la sociedad capitalista relacionadas con su estilo de vida, la sexualidad y otras cuestiones subjetivas y personales. Sobre todo, lo que une a estas fuerzas es la hostilidad al marxismo.

Su bloque no es más que una nueva trampa para la clase obrera y la juventud radicalizada. Su propósito deliberado es socavar la conciencia de clase y subordinar a los trabajadores a capas de la pequeña burguesía y la burguesía.

Los revolucionarios, como destacó León Trotsky en el documento fundacional de la Cuarta Internacional, El p rograma de t ransición, no parten de la conciencia existente de la clase trabajadora, lo que simplemente significa una adaptación voluntaria a las ilusiones en los Gobiernos e instituciones capitalistas como AMLO y las burocracias sindicales. El programa revolucionario “debe reflejar a la sociedad tal cual es, y no el atraso de la clase obrera. Es una herramienta para superar y vencer este atraso”.

Hoy en día, la amenaza de la guerra y la reacción fascista está creciendo en todo el mundo y solo puede ser detenida por la movilización independiente e internacional de la clase trabajadora por el poder y la revolución socialista. Esto requiere la construcción de secciones en México y en toda América Latina del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, el movimiento trotskista mundial auténtico, a través de una lucha inquebrantable contra todos los oportunistas pseudoizquierdistas y su falso “anticapitalismo”.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 19 de julio de 2024)

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