Más de 700.000 personas han salido a las calles en más de cien ciudades alemanas desde el viernes para protestar contra la cooperación de los democristianos con la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD) en el Bundestag (parlamento). Solo en Berlín, 250.000 personas participaron en una manifestación el domingo.
La gran participación, que en muchos casos superó por diez veces las expectativas de los organizadores, es una expresión de la resistencia generalizada contra la plaga fascista que se está extendiendo en Alemania y muchos otros países. La indignación no solo se dirige contra el derribo de la llamada “barrera de contención” contra el AfD por parte de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), sino sobre todo contra la agitación racista utilizada para marginar a millones de migrantes y sus familias, dividir a la clase trabajadora y envenenar el clima social.
Sin embargo, por muy impresionantes que hayan sido las manifestaciones, no han detenido el giro político hacia la derecha, sino que solo han hecho esta tarea más urgente.
La CDU demostró vívidamente el lunes que no se dejará disuadir de abrazar al AfD, ni por protestas masivas ni por voces críticas aisladas dentro de sus propias filas. En un congreso federal del partido en Berlín, los 1.001 delegados celebraron con aplausos frenéticos al líder de la CDU y candidato a canciller, Friedrich Merz. El “programa de acción inmediata” adoptado por el congreso del partido también incluye los cinco puntos sobre cierre de fronteras y política de deportación que la CDU, su partido hermano bávaro CSU y el AfD aprobaron conjuntamente en el Bundestag el 29 de enero.
Merz también quiere volver a someter a votación la “Ley de Restricción de la Inmigración”, que no fue aprobada en el Bundestag el viernes a pesar del apoyo de la CDU/CSU, los demócratas liberales (FDP), el AfD y la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), debido a la ausencia de numerosos parlamentarios.
Sin embargo, el giro hacia la derecha no se limita a los democristianos, quienes están decididos a seguir cooperando con la extrema derecha. Los socialdemócratas (SPD) y los verdes representan un obstáculo aún mayor para enfrentar a la extrema derecha.
Líderes de ambos partidos participaron en las manifestaciones y reafirmaron su adhesión a la “barrera de contención” contra el AfD. Pero en términos de política, en gran medida coinciden con los extremistas de derecha. Ellos también están avivando los sentimientos antimigrantes y promoviendo una política más estricta de cierre de fronteras y deportaciones. Solo acusan a la CDU/CSU de cooperar con el AfD, cuando podrían lograr los mismos resultados con ellos.
Los verdes han respondido a las manifestaciones masivas del fin de semana presentando su propio plan de 10 puntos para frenar la llegada de refugiados y fortalecer a las autoridades de seguridad.
El candidato de los verdes a la cancillería, Robert Habeck, dijo al periódico Bild: “Se necesita una amplia ofensiva de seguridad en Alemania. Los terribles asesinatos en Aschaffenburg, Magdeburgo, Solingen y Mannheim, así como otros actos de violencia, son los últimos ejemplos de esto. Debemos aumentar la seguridad en el país para todos, tengan o no antecedentes migratorios”.
Las medidas propuestas por los verdes incluyen una “ofensiva de aplicación de la ley” con un “enfoque en islamistas y otros extremistas”. “No podemos aceptar el hecho de que en Alemania haya más de 170.000 órdenes de arresto sin ejecutar, más de 14.000 de ellas por delitos violentos”, declaró Habeck.
Señaló que la Policía Federal y la Oficina Federal de Investigación Criminal deben fortalecerse en términos de personal y “ser capaces y estar autorizadas para hacer más”. “Las amenazas potenciales” deberían identificarse antes mediante exámenes médicos iniciales y la interconexión de las autoridades federales y estatales. “Todos los datos sobre individuos peligrosos deben estar disponibles con un solo clic”, afirman los verdes.
A esto le siguen demandas de una mayor vigilancia, una deportación más sistemática de “personas no alemanas peligrosas”, una “contención efectiva de la migración irregular en las fronteras exteriores de la UE” y una “aceleración drástica de los procedimientos de asilo”. El AfD podría firmar todo esto también.
Habeck también dejó en claro que estaba dispuesto a cooperar con Merz incluso después de las protestas masivas en su contra: “Una ofensiva de seguridad tan amplia debe ser negociada entre demócratas… Mi mano estuvo y sigue estando extendida para el diálogo”.
Por su parte, el secretario general del SPD, Matthias Miersch, declaró ayer que su partido estaba dispuesto, hasta el último momento, a adoptar un paquete legislativo junto con la CDU/CSU antes de las elecciones federales para limitar la inmigración. “Podríamos haber armado un paquete”, dijo, aunque reconoció que habría sido necesario debatir problemas constitucionales masivos en algunos puntos del conjunto de medidas.
Durante décadas, el SPD ha sido pionero en la abolición del derecho de asilo. En octubre de 2023, el canciller Olaf Scholz apareció en la portada de la revista líder alemana Der Spiegel con el lema del AfD: “Debemos finalmente deportar a gran escala”. Su coalición con los verdes y el FDP contribuyó decisivamente a la reforma del Sistema Común Europeo de Asilo (CEAS), que ProAsyl describe como un “punto histórico más bajo para la protección de los refugiados en Europa”.
Con ello, y con sus sistemáticos recortes sociales, que han llevado a muchas personas desesperadas a los brazos de la extrema derecha, el SPD ha fortalecido significativamente al AfD, que ahora cuenta con un buen 20 por ciento en las encuestas, situándose en segundo lugar detrás de la CDU/CSU a solo tres semanas de las elecciones federales.
Es evidente que el ascenso del AfD no puede detenerse apoyando o votando por el SPD o los Verdes. Incluso si tras las elecciones hubiera una mayoría gubernamental sin el AfD, esencialmente implementaría la misma política migratoria y de seguridad, fortaleciendo aún más a la extrema derecha.
El partido La Izquierda tampoco cambiará esta situación. El sector liderado por Wagenknecht, que se separó en enero para formar el BSW, ahora colabora abiertamente con el AfD. El viernes, siete de los diez diputados del BSW en el Bundestag votaron junto con el AfD, la CDU y el FDP a favor de la controvertida Ley de Restricción de la Inmigración.
Desde la marcha de Wagenknecht, el partido La Izquierda que queda se ha puesto una máscara algo más izquierdista en la cuestión de los refugiados. El partido está especializado en captar a la oposición social y política y conducirla a un callejón sin salida. Pero siempre que asume responsabilidades de gobierno, demuestra ser un cómplice leal de los intereses de clase más reaccionarios. Esto se aplica en particular a los tres veteranos del partido que ahora están en el centro de su campaña electoral: Gregor Gysi, Dietmar Bartsch y Bodo Ramelow.
El fascismo no puede detenerse únicamente protestando contra sus síntomas. Debe ser erradicado de raíz, y esa raíz es el sistema social capitalista.
“La tensión excesiva de la lucha internacional y de la lucha de clases provoca el cortocircuito de la dictadura, fundiendo los fusibles de la democracia”, escribió León Trotsky en 1929, explicando que la dictadura y el fascismo son el resultado de la crisis capitalista.
En varios países europeos Hungría, Italia, Países Bajos— y también en Estados Unidos, ya hay gobiernos de extrema derecha en el poder. En Austria se está negociando la formación de un gobierno de extrema derecha. En Bélgica, Bart De Wever, del partido ultraderechista nacionalista flamenco N-VA, juró el lunes su cargo como jefe de gobierno. Su gobierno, en el que también participan democristianos y socialdemócratas flamencos, se ha fijado el objetivo de recortar el presupuesto social, aplicar la política de inmigración más estricta de la historia e invertir fuertemente en seguridad.
Alemania no es una excepción. La concentración de la riqueza social en manos de unos pocos multimillonarios y la pobreza generalizada, la explosión del rearme y la disminución del gasto social, así como la escalada de guerras comerciales y bélicas, no son compatibles con la democracia. La agitación antimigratoria y el consiguiente aumento del poder represivo del Estado en Alemania se dirigen contra toda la clase trabajadora.
El próximo gobierno alemán —-independientemente de su composición- aumentará drásticamente el gasto militar. En Welt am Sonntag el fin de semana, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, volvió a pedir a Berlín que aumente masivamente tanto su gasto militar como su producción de defensa. “Permítanme que les diga muy claramente: debemos prepararnos para la guerra», dijo.«Puedo asegurarles una cosa: será mucho, mucho, mucho más que el 2% [del PIB]”.
Esta es la razón por la que todos los partidos del establishment se están acercando a la AfD y adoptando sus políticas.
“La resistencia contra los fascistas solo puede venir de la clase trabajadora”, reza la declaración distribuida por el Sozialistische Gleichheitspartei (Partido Socialista por la Igualdad) en los mítines del fin de semana.
No permitirá que deporten a compañeros de trabajo y vecinos, que diezmen sus salarios, destruyan sus puestos de trabajo, privaticen la educación y la sanidad y destrocen las pensiones y las prestaciones sociales. Las luchas de clases explosivas son inevitables.
Estas luchas deben estar preparadas. Necesitan una perspectiva y un liderazgo políticos. Por eso lucha el SGP. Es el único partido que se presenta a las elecciones al Bundestag para oponerse a la guerra, el rearme y los recortes sociales, y defiende todos los derechos democráticos, incluidos los de los inmigrantes...
Como sección alemana del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), el SGP aboga por la unidad de la clase obrera internacional para derrocar el capitalismo, expropiar a los multimillonarios y construir una sociedad socialista en la que las necesidades sociales primen sobre los intereses lucrativos.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 4 de febrero de 2025)