Toda la campaña electoral en Alemania ha sido un espectáculo repulsivo. Todos los partidos en el Bundestag (parlamento) compiten entre sí incitando el odio contra los refugiados, exigiendo más gasto militar alemán y europeo y tratando de congraciarse con la fascista Alternativa para Alemania (AfD).
Esto caracterizó el llamado debate “Quad” entre los cuatro principales candidatos a la cancillería, transmitido el domingo por la noche en varios canales. Además del canciller en funciones Olaf Scholz (socialdemócrata, SPD), participaron en el debate en vivo sus rivales Friedrich Merz (democristiano, CDU/CSU), Robert Habeck (Los Verdes) y Alice Weidel (AfD).
El debate comenzó con una vil diatriba contra los refugiados en la que participaron los cuatro candidatos y los moderadores. Cuando se le preguntó, Scholz afirmó que mantenía su declaración del otoño pasado en el semanario Der Spiegel de que finalmente quería “deportar a gran escala”.
Se trataba de “hacer todo lo posible para limitar la migración irregular”, dijo. Por eso ya se había “reducido en 100.000 el año pasado” y habría “otra reducción de 100.000 este año”. Además, añadió Scholz, “en lo que respecta a las deportaciones, ha habido un aumento del 70 por ciento desde que asumí el cargo”. Y, por supuesto, esto “no es suficiente y debe continuar”.
En respuesta a la crítica de Merz de que el gobierno federal estaba siendo demasiado indulgente y que era “el único en toda Europa que todavía trae refugiados de Afganistán a Alemania”, Scholz y Habeck se jactaron de que recientemente habían “organizado un vuelo de deportación a Afganistán” y prometieron que “se organizarán más vuelos”.
Weidel, por su parte, anunció que la AfD detendría la “inmigración ilegal… asegurando nuestras fronteras y deportando sistemáticamente a los delincuentes y a los ilegales en este país”. En esencia, solo reiteró lo que también habían dicho Scholz, Merz y Habeck. De manera significativa, la moderadora Pina Atalay comentó sobre las declaraciones de Weidel diciendo que esto “no era tan diferente de los otros”.
La agitación antiinmigrante y el fortalecimiento e integración de los fascistas en el Estado y el gobierno sirven a dos objetivos clave: dividir a la clase obrera y establecer un Estado policial para reconstruir a Alemania como una potencia militar líder y hacerla “apta para la guerra”, como dijo el ministro de Defensa del SPD, Boris Pistorius, tras haber perdido dos guerras mundiales.
El abierto distanciamiento de las relaciones transatlánticas en la Conferencia de Seguridad de Múnichy las más recientes amenazas de Estados Unidos de dejar de lado a Europa en el saqueo de Ucrania, mientras Washington busca negociar directamente con Putin, han llevado este desarrollo al extremo. La clase dominante alemana está respondiendo con un frenesí de gasto militar masivo y belicismo.
Habeck, quien previamente había pedido triplicar el gasto militar regular al 3,5 por ciento del PIB (casi 150.000 millones de euros), fue particularmente agresivo. “Alemania, el próximo gobierno federal, independientemente de quién lo componga, debe ponerse al servicio de la fortaleza europea para que podamos resistir”, advirtió. “Lo que está en juego aquí es defender lo que se ha construido en las últimas décadas”, dijo, y agregó que bajo ninguna circunstancia debemos “postrarnos ante Estados Unidos frente a estos anuncios”. De lo contrario, renunciaríamos a “lo que nos hace fuertes y nos define”.
Lo que más le preocupa a Habeck no es la agenda fascista de Trump ni la de la AfD, sino que la ofensiva bélica de la OTAN contra Rusia continúe sin restricciones, incluso si esto conlleva el peligro de una escalada nuclear. Acusó a Weidel y a la AfD de “someterse” a Putin y agregó agresivamente: “Saludos a Moscú, amor a Moscú”.
Scholz fue tan belicoso como Habeck. Al ser preguntado si con las conversaciones directas entre EE.UU. y Rusia los europeos habían quedado “finalmente relegados a un segundo plano en la política mundial”, el canciller respondió: “Como europeos, no permitiremos” que se tomen decisiones a espaldas de Ucrania. “Tampoco permitiremos que nadie acuerde, por ejemplo, que Ucrania sea desmilitarizada”. Por el contrario, Kiev necesita un ejército muy fuerte para que el país no vuelva a ser invadido una vez que se alcance un acuerdo de paz.
En realidad, ni la política de EE.UU. ni la europea tienen nada que ver con la “paz”. Cercando a Rusia, las potencias de la OTAN provocaron inicialmente la reaccionaria invasión de las tropas rusas en Ucrania hace casi tres años. Y ahora, los crecientes conflictos entre Washington, por un lado, y Bruselas y Berlín, por el otro, demuestran que las potencias imperialistas nunca se preocuparon por la “libertad” o incluso por la “democracia”, sino por el poder geopolítico y el control de los recursos minerales.
La exigencia de Trump de que Kiev entregue la mitad de sus depósitos de tierras raras, litio y titanioa a EE.UU. a cambio de apoyo por 500.000 millones de dólares ha provocado una airada reacción de las potencias europeas, encabezadas por Berlín. Ellos quieren apoderarse de los enormes yacimientos minerales de Ucrania y de los aún mayores de Rusia y están dispuestos a continuar el esfuerzo bélico para obtenerlos.
“Europa ha prestado más ayuda a Ucrania que Estados Unidos”, subrayó Scholz. Sólo Alemania había “recaudado 44.000 millones de euros en ayudas, incluidos los costes de los refugiados ucranianos” y «proporcionado, prometido o entregado 28.000 millones de euros en ayuda militar», continuando que «seguimos proporcionando un apoyo integral a Ucrania».
Merz, que al igual que Habeck ya ha anunciado su intención como canciller de suministrar a Kiev misiles de crucero Taurus de largo alcance capaces de alcanzar Moscú, no dejó ninguna duda de que el imperialismo alemán se estaba preparando para la guerra contra Rusia una vez más. Se podía «suponer firmemente» que Putin “no rehuiría cruzar aún más las fronteras”. Tenía “el territorio de la OTAN en su punto de mira”. Y debemos estar preparados para ello».
Esto da la vuelta a la realidad. De hecho, es la clase dominante en Alemania la que, a pesar de sus bárbaros crímenes en el siglo XX, está una vez más «cruzando fronteras», empujando hacia el este y arremetiendo salvajemente en el proceso. Merz acusó a Scholz de no aumentar el presupuesto militar con la suficiente rapidez y de dejar que la propuesta del ministro de Defensa Pistorius “de reconstruir poco a poco el servicio militar obligatorio simplemente se esfumara”.
Scholz respondió que fue su Gobierno el que “contribuyó a que ahora gastemos más en la Bundeswehr [Fuerzas Armadas]”. Cuando se convirtió en ministro de Finanzas en 2018, bajo la canciller Merkel (CDU), todavía eran 37.000 millones de euros y “ahora son 80.000 millones de euros. Y si añades los otros gastos de la OTAN, son 90.000 millones de euros”.Y por supuesto tenía que seguir así, dijo. Si se quería gastar en defensa incluso más del 2 por ciento del PIB a largo plazo, había que encontrar la forma de financiarlo.
Las afirmaciones de Scholz y Habeck de que, a diferencia de Merz, ellos no financiarían el enorme gasto en rearme “a costa de las infraestructuras ferroviarias, las carreteras, la sanidad, las pensiones y la asistencia” (Scholz) no son más que bravatas electorales. Bajo el gobierno Schröder-Fischer (1998-2005), el SPD y los Verdes organizaron la mayor redistribución social regresiva de la riqueza desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Los recortes sociales y la relajación de las protecciones laborales de las leyes “Hartz” sumieron en la pobreza a millones de trabajadores y sus familias, una situación que se ha intensificado en los últimos años. Con los gastos previstos para el rearme, no quedará nada de los derechos sociales y democráticos restantes.
En su acto de campaña del sábado, el Sozialistische Gleichheitspartei (Partido Socialista por la Igualdad; SGP) advirtió sobre este desarrollo, contraponiendo la unidad de la clase obrera internacional y un programa socialista a los belicistas. El SGP “se presenta a las elecciones federales para oponerse a la coalición de todos los partidos que defiende la guerra y la austeridad. Junto con nuestros partidos hermanos de la Cuarta Internacional de todo el mundo, estamos construyendo un movimiento internacional para detener la locura de la guerra, los despidos masivos y los recortes salariales”, reza la declaración electoral del SGP. Y aún más:
Contraponemos a la Unión Europea de bancos y corporaciones, de muerte masiva y guerra, la perspectiva de unos Estados Unidos Socialistas de Europa: la unidad de la clase obrera europea para romper el poder de los bancos y las corporaciones. En lugar de luchar unos contra otros, llamamos a los trabajadores rusos y ucranianos a unirse contra los belicistas en sus respectivos países.
Contra la UE de los bancos y las corporaciones, de la muerte masiva y la guerra. ¡Por unos Estados Unidos Socialistas de Europa!
¡Defender los derechos democráticos!
¡Igualdad de derechos para migrantes y refugiados!
(Artículo originalmente publicado en inglés el 19 de febrero de 2025)