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Perspectiva

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Desde su regreso a la Casa Blanca hace siete semanas, Donald Trump y su Gobierno de multimillonarios han estado trabajando sin parar para erradicar los derechos democráticos y transformar a Estados Unidos en un Estado policial.

El repudio abierto de los derechos garantizados por la Constitución, incluida la libertad de expresión, la protección contra registros e incautaciones ilegales, la inviolabilidad de la ciudadanía por derecho de nacimiento e incluso el derecho de hábeas corpus (es decir, la seguridad contra la detención arbitraria e ilegal por parte del Estado), no solo son amenazas. Están ocurriendo.

Trump está cumpliendo su promesa de gobernar como un “dictador desde el primer día”. Todas las salvaguardas constitucionales existentes contra la dictadura están siendo ignoradas. Al amparo de órdenes ejecutivas ilegales, Trump está gobernando por decreto. Por orden suya, el estudiante de la Universidad de Columbia Mahmoud Khalil, quien tiene una residencia permanente, ha sido incautado y desaparecido porque participó públicamente en una protesta legal contra el genocidio de Gaza.

Tras el arresto, Trump se jactó de que Khalil es solo la “primera de muchas” víctimas. Nadie está seguro.

La violación de los derechos democráticos es parte de un asalto más amplio a los empleos, los niveles de vida y los derechos sociales de la clase trabajadora. Trump y Musk están despidiendo a cientos de miles de trabajadores federales y desmantelando sistemáticamente los programas sociales de la Gran Sociedad y el Nuevo Trato. Tienen en la mira los programas sociales esenciales como el seguro social, Medicare y Medicaid, y están tomando pasos para eliminar la educación pública.

El tercer componente de la dictadura de Trump, indisolublemente ligado al repudio de la Constitución y al empobrecimiento de la clase trabajadora, son los preparativos para la guerra. Trump no oculta su despiadada agenda imperialista. Ha proclamado su intención de tomar el Canal de Panamá y apoderarse de Groenlandia. Los planes de Trump para anexar Canadá se inspiran en la decisión de Hitler de incorporar Austria y Checoslovaquia a Alemania en 1938.

Además, la imposición de aranceles masivos por parte de Trump contra varios países es una forma de guerra económica que inevitablemente se convertirá en un conflicto militar.

Las políticas de Trump no son una aberración a corto plazo, que será seguida por un retorno a la normalidad. De hecho, el fascismo está emergiendo como la nueva normalidad, creciendo como un tumor maligno y metastásico a partir de la crisis del capitalismo estadounidense y mundial.

El giro hacia el fascismo, la dictadura en su forma más brutal, es el resultado político inevitable de la concentración de niveles asombrosos de riqueza en una oligarquía que consta de unos pocos cientos de megamillonarios y multimillonarios. Trump y Musk son en sí mismos personificaciones grotescas de la oligarquía gobernante.

Aunque más desarrollada en los Estados Unidos, la ruptura de la democracia bajo el peso de un régimen oligárquico que impone la desigualdad social masiva es una tendencia universal del capitalismo global.

Es necesario prescindir de las ilusiones y confrontar la realidad. Es necesario reconocer ciertas verdades básicas sobre la situación política actual.

En primer lugar, el fascismo no es simplemente una amenaza. La creación de una dictadura fascista es la agenda de trabajo actual de la Administración de Trump.

En segundo lugar, es inútil y engañoso esperar que el Partido Demócrata organice alguna oposición. Lejos de oponerse a Trump, está colaborando con él. Cualesquiera que sean sus declaraciones verbales de oposición, el Partido Demócrata, que está financiado y subordinado a los mismos oligarcas y dedicado a la defensa del capitalismo, comparte gran parte de la agenda de Trump.

Tercero, la resistencia real y poderosa a Trump vendrá de la clase trabajadora. Los cientos de millones de trabajadores no se someterán silenciosa y pasivamente a la imposición de un Estado policial por parte de Trump. Las grandes tradiciones democráticas incrustadas en la historia de los Estados Unidos aún viven en la conciencia de la clase trabajadora. La defensa de Jefferson del derecho a rebelarse contra la opresión y la afirmación de Lincoln del gobierno de, para y por el pueblo no han sido olvidadas. Estos principios democráticos deben ser revividos y actualizados con una perspectiva socialista. La lucha contra Trump y la oligarquía capitalista solo puede librarse con éxito como una lucha por el socialismo. Además, esta lucha debe librarse conscientemente como una lucha internacional, uniendo a la clase trabajadora a escala global.

En esta lucha, el World Socialist Web Site, la publicación del Partido Socialista por la Igualdad en los Estados Unidos y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional, es un arma esencial. Es la punta de lanza política del movimiento de masas emergente de la clase trabajadora, la juventud y todos aquellos que están comprometidos con la defensa intransigente de los derechos democráticos.

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(Artículo publicado originalmente en inglés el 13 de marzo de 2024)