Tras los comentarios del domingo del presidente estadounidense Donald Trump, quien se declaró “enojado” y “muy molesto” con el presidente ruso Vladimir Putin y advirtió que podría imponer aranceles a los países que compran recursos energéticos rusos, el viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Rybakov, declaró que Moscú no puede aceptar, por ahora, las propuestas de Washington para una solución negociada al conflicto en Ucrania. Indicando que los términos actuales de la Casa Blanca no contemplan los intereses fundamentales del país, Rybakov afirmó en un extracto de una entrevista publicada el martes: “No hay lugar [en los planes de EE. UU.] para nuestra demanda principal hoy, que es resolver los problemas relacionados con las causas fundamentales de este conflicto”.
Las “causas fundamentales” a las que se refiere son las amenazas de Occidente de derrocar al gobierno en Moscú y desmembrar el país. Durante décadas, Washington y sus aliados, además de apoyar abiertamente el cambio de régimen en Moscú, han trabajado para expandir la OTAN hasta las fronteras rusas e instalar regímenes rabiosamente antirrusos en países vecinos. El Kremlin, que lanzó la invasión de Ucrania en 2022 en un intento por frenar la entrada de Ucrania en la OTAN, forzar el reconocimiento occidental del control ruso sobre Crimea y el Donbass, y promover un gobierno más afín en Kiev, no puede aceptar condiciones que no proporcionen, aunque sea de forma ilusoria y pasajera, garantías de seguridad y el levantamiento de las sanciones occidentales. Estas últimas, aunque no lograron provocar el colapso de la economía rusa, han infligido daños considerables para los cuales Moscú no tiene una solución a largo plazo.
La llamada “Iniciativa del Mar Negro” de la semana pasada —un alto el fuego anunciado entre Rusia y Ucrania que congelaría los ataques contra barcos militares y comerciales en dicha zona marítima— ya se ha estancado. Las potencias europeas, encabezadas por Francia, declararon el jueves que las condiciones del Kremlin —que incluyen el fin de las sanciones contra la agricultura rusa y su sistema bancario agrícola— son inaceptables. El lunes, la jefa de política exterior de la UE, Kaja Kallas, acusó a Rusia de “jugar con la situación y no querer realmente la paz”.
Al día siguiente, Alemania anunció que, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, desplegará tropas de forma permanente en Lituania, ubicada en la frontera occidental de Rusia. La unidad estará plenamente operativa en 2027.
Ese mismo día, el Kremlin anunció que su reclutamiento de primavera, una de las dos convocatorias militares anuales, incorporará a 160.000 nuevos reclutas en las fuerzas armadas, la cifra más alta desde 2011.
En una señal de los conflictos que emergen en el escenario mundial mientras la administración Trump desata una orgía de violencia militarista y amenazas, el viceministro de Asuntos Exteriores ruso también advirtió esta semana sobre la promesa del presidente estadounidense de bombardear Irán si no acepta un acuerdo nuclear. Esto tendría “consecuencias catastróficas”, declaró el representante del Kremlin.
A pesar de las tensiones vigentes, la clase dominante rusa espera que una solución negociada con Estados Unidos sobre la guerra en Ucrania le proporcione un alivio. Aquejado por enormes gastos del complejo militar-industrial y agobiado por las sanciones internacionales, Moscú enfrenta problemas fiscales crecientes.
El lunes, el Tesoro ruso anunció que en enero y febrero de este año, los gastos presupuestarios superaron los ingresos en 3,841 billones de rublos (45.500 millones de dólares). Solo en enero, las salidas de fondos fueron aproximadamente una vez y media mayores a las planificadas. Aunque el Ministerio de Finanzas insiste en que el déficit es menor, también ha establecido que el Kremlin está gastando mucho más de lo que ingresa.
Hay tres causas principales. Primero, Rusia depende del petróleo y el precio por barril que obtiene por sus ventas es demasiado bajo, en parte porque socios comerciales como China e India han asegurado descuentos especiales debido a que el país no puede vender sus recursos en el mercado mundial. Segundo, los cálculos presupuestarios de Rusia asumieron un rublo débil, con la esperanza de que los ingresos provenientes de la venta de petróleo en monedas extranjeras se tradujeran en grandes cantidades de moneda nacional y así cubrieran los gastos del Estado. El reciente fortalecimiento del rublo, que se espera continúe, ha hecho estallar estos cálculos.
Y, sobre todo, Moscú ha incrementado masivamente el gasto en defensa y seguridad nacional. En 2024, la administración de Putin anunció un aumento del 70 por ciento en estos gastos, que ahora equivalen aproximadamente al 6 por ciento del PIB del país, una cantidad sin precedentes en el período postsoviético.
Aunque estos desembolsos están desangrando el presupuesto, han sido clave para mantener a flote la economía en los últimos tres años. Tras una fuerte contracción en 2022, Rusia volvió a crecer en 2023 y 2024, principalmente debido al gasto estatal en el complejo militar-industrial.
La consecuencia ha sido una mayor acumulación de riqueza por parte de los superricos rusos. La revista Forbes acaba de anunciar que Rusia sumó 21 personas a su lista de multimillonarios el año pasado, con lo que ya son 146. Su patrimonio total, estimado en 625.500 millones de dólares, aumentó en 72.000 millones de dólares durante 2024. En resumen, el Kremlin ha garantizado que la guerra en Ucrania, a pesar de todos los daños infligidos por las sanciones occidentales, ha asegurado y expandido las filas de la oligarquía rusa.
En el otro extremo de la sociedad, según un artículo del 20 de marzo en Nezavisimaya Gazeta, más de un tercio de los trabajadores rusos están empleados en trabajos mal remunerados y de baja productividad. Aunque el país sufre una escasez severa de mano de obra calificada y educada —lo que los economistas citan como un factor clave que impide un mayor crecimiento—, gran parte de la población no tiene acceso a la formación y educación necesarias para ascender.
Como señaló un analista de la Academia de Ciencias de Rusia citado en Nezavisimaya Gazeta, lo “barato” de este trabajo desde el punto de vista de los empleadores actúa como un freno a la modernización económica del país, ya que no tiene sentido que las empresas realicen grandes inversiones para aumentar la productividad si hay un gran grupo de personas mal remuneradas disponibles para emplear.
El Gobierno ruso da mucha importancia a los cálculos de los economistas que indican que los ingresos reales han aumentado en promedio, en un 18 por ciento de 2023 a 2024, según algunas estimaciones. Pero este hecho no necesariamente se traduce en mejoras en la vida cotidiana de decenas de millones de personas. En primer lugar, muchos no experimentan “el promedio”. Y más allá de eso, para quienes ganan una miseria, un 20 por ciento más de esa miseria difícilmente representa un alivio sustancial para sus finanzas personales.
Analistas de la firma inmobiliaria rusa TsIAN, por ejemplo, estimaron recientemente que los residentes de ciudades con una población superior a 1 millón gastan más de un tercio de sus ingresos mensuales en vivienda. Dependiendo de la ciudad, esto deja entre 37.000 y 76.000 rublos mensuales disponibles para otros gastos—es decir, entre 435 y 899 dólares. Es notable que esto equivalga a entre 2,4 y 3,3 veces el “ingreso mínimo” del país, lo que dice más sobre el absurdo de los cálculos oficiales sobre lo que significa ser pobre que sobre el bienestar real de los trabajadores rusos.
La inflación, que fue del 10 por ciento en febrero, está erosionando constantemente los ingresos de los trabajadores. Actualmente, ha surgido un conflicto dentro de la élite rusa sobre la decisión del Banco Central de mantener tasas de interés elevadas para contener la inflación, ya que esto encarece el crédito para las empresas y obstaculiza la expansión económica.
Un artículo del 27 de marzo en Nezavisimaya Gazeta destacó el problema socioeconómico fundamental que enfrenta el Gobierno mientras intenta equilibrar el crecimiento económico —el cual parece estar desacelerándose— con el descontento popular por los constantes aumentos de precios.
“Dilema inflacionario cada vez más difícil: o la población empieza a pagar por el fenomenal crecimiento económico en cierto punto debido a la inflación, que les irá devorando más y más ingresos, o bien, con una lucha feroz contra la inflación, este crecimiento fenomenal pronto llegará a su fin”, señaló Anastasia Bashkatova.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 1 de abril de 2025)