La clase obrera en Estados Unidos está entrando de frente en un conflicto con la burocracia sindical de la AFL-CIO, que está haciendo todo lo posible para bloquear el desarrollo de la mayor ola huelguística en décadas.
Hoy, el sindicato United Auto Workers (UAW) está obligando a 10.100 trabajadores en huelga de John Deere a votar sobre un acuerdo de seis años que es igual o incluso peor que la propuesta que los trabajadores rechazaron el 2 de noviembre. Deere anunció que el contrato es su “última, mejor y final” oferta, y el UAW está operando como su gestor.
Frente a la resistencia militante de los trabajadores, que rechazaron el primer contrato respaldado por la UAW con un voto de 90 por ciento a mediados de octubre, el UAW está sacando todos los trucos sucios de la manga. Esto incluye tratar de dividir a los 3.100 trabajadores de las plantas de Deere en Waterloo, Iowa —el centro de la oposición— mediante la celebración de 12 sesiones de votación separadas, con una hora de diferencia, en las que los trabajadores son segregados según sus apellidos.
Al anunciar la repetición de la votación la semana pasada, el UAW afirmó que “apoyaría el resultado determinado por nuestros miembros”, al igual que lo ha hecho “durante todo el proceso de negociación”. En realidad, el UAW, cuyos principales funcionarios han sido expuestos como mentirosos que aceptan sobornos y roban cuotas, se dedica a una cosa: imponer los dictados de las empresas en oposición directa a la voluntad de sus miembros.
El intento de sabotear la huelga de Deere de un mes sigue a la paralización de la huelga de 2.900 trabajadores de Volvo Trucks en Virginia, que votaron en contra de tres contratos respaldados por el UAW antes de que alegara que, en una “repetición de la votación” del tercer contrato, fue aprobado por 17 votos. Luego, el UAW mantuvo a 3.500 trabajadores de autopartes de Dana en el trabajo durante un mes y medio después de que votaran en contra de un contrato del UAW por un 90 por ciento, antes de imponer a la fuerza un contrato favorable a la empresa mediante mentiras y chantaje económico.
No se trata solo del UAW. Desde el 1 de octubre ha habido al menos 40 huelgas, en las que han participado 28.000 trabajadores de múltiples sectores de la economía. La respuesta de todos los sindicatos a esta revuelta ha sido bloquear sistemáticamente nuevas huelgas con acuerdos de última hora impuestos por cualquier medio.
El lunes, el sindicato International Alliance of Stage Employees, Moving Picture Technicians, Artists and Allied Crafts (IATSE) anunció que sus dos convenios que cubren a 60.000 trabajadores de la producción cinematográfica y televisiva habían sido ratificados por un estrecho margen de 50,3 por ciento a 49,7 por ciento. Los trabajadores rechazaron el convenio básico de los grandes estudios de Hollywood por un 50,4 a 49,6 por ciento, pero el IATSE alegó que lo aprobó basándose en su sistema de votación antidemocrático de tipo de Colegio Electoral estadounidense.
El viernes pasado, la Alianza de Sindicatos de la Salud anunció un acuerdo para evitar la huelga que iban a iniciar ayer de 32.000 trabajadores de la salud en los hospitales de Kaiser Permanente en la costa oeste. El nuevo acuerdo, que aún no se ha votado, incluye aumentos muy por debajo de la inflación y abandona las exigencias de seguridad del personal.
A finales de octubre, el sindicato Transport Workers Union (TWU) anunció un acuerdo de última hora para evitar una huelga de 5.000 trabajadores del transporte de Filadelfia, y el sindicato United Food and Commercial Workers (UFCW, Trabajadores Unidos de la Alimentación y el Comercio) desconvocó una huelga de seis semanas de 450 trabajadores de la destilería Heaven Hill de Bardstown (Kentucky). En Heaven Hill se aprobó un nuevo acuerdo de cinco años a pesar de que la mayoría votó en contra, y el UFCW afirmó que dos tercios de los miembros tenían que votar “no” para rechazar el contrato y continuar la huelga.
Tal vez los peores sean los sindicatos de profesores, dirigidos por multimillonarios cuya principal función en el último año ha sido hacer que los profesores vuelvan a trabajar en escuelas inseguras. Esto está contribuyendo a otra oleada mortal de la pandemia de coronavirus que ha matado a más de un millón de personas en Estados Unidos y sigue cobrándose la vida de más de 1.000 personas cada día.
El resurgimiento de la lucha de clases ha expuesto claramente el carácter verdadero de los “sindicatos”, que son descritos mejor como consorcios laborales, instrumentos corporativistas de la gerencia y el Estado dedicados a suprimir la oposición obrera.
No hay ni un rastro de derechos democráticos en estas organizaciones. En todos los casos, el funcionamiento es el mismo. Los votos de autorización de huelga son ignorados. Los contratos rechazados por abrumadoras mayorías se presentan una y otra vez para votación. A menudo, como en el caso de Deere, los trabajadores ni siquiera tienen derecho a ver el contrato completo antes de una votación, en cambio les presentan “aspectos destacados” de mentira. Cuando los sindicatos deciden que no pueden impedir una huelga, los trabajadores son aislados en los piquetes y se les impone un sueldo de huelga de nivel de pobreza.
León Trotsky, el fundador de la Cuarta Internacional, explicó en 1937 que si los sindicatos “defendieran los ingresos de la burguesía ante los ataques de los trabajadores; si llevaran a cabo una lucha contra las huelgas, contra el aumento de los salarios, contra la ayuda a los desempleados; entonces tendríamos una organización de esquiroles, no un sindicato”.
Este es precisamente el papel de los sindicatos en la actualidad, aunque se podría añadir, basándose en la experiencia de los últimos dos años “si facilitan la aplicación de una política que garantice la muerte de innumerables de sus propios miembros al obligarlos a trabajar en medio de una pandemia...”. Los frentes laborales creados por el régimen nazi en Alemania no funcionarían de forma diferente a la AFL-CIO.
Los apologistas de la burocracia sindical acusan al Partido Socialista por la Igualdad de “sectarismo” porque insistimos en que los trabajadores no deben inclinarse ante la autoridad de los sindicatos corporativistas y, en cambio, deben construir nuevas organizaciones de lucha comprometidas con la defensa de la clase obrera. La promoción de los sindicatos por parte de los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés), la revista Jacobin, Labor Notes y muchos otros grupos no es un accidente. Defienden los sindicatos precisamente porque sirven de policía laboral contra la clase trabajadora.
Estas organizaciones, que hablan en nombre de sectores privilegiados de la clase media-alta, están alineadas con importantes sectores de la clase dominante, encabezados por el Gobierno de Biden, que ven en los sindicatos la última línea de defensa contra una creciente ola de ira y oposición de la clase trabajadora. A falta de establecer una dictadura militar-policial, les queda muy poco. Aunque, hay que añadir, los sindicatos existentes funcionarían sin muchos problemas bajo las condiciones de un Estado policial.
La rebelión de la clase obrera contra los sindicatos procapitalistas y nacionalistas ya es una realidad innegable. No se limita a los Estados Unidos. En Reino Unido, los sindicatos están tratando de bloquear una huelga de 1,4 millones de trabajadores del Servicio Nacional de Salud; en Alemania, el sindicato IG Metall está coludiendo con la reestructuración y el recorte de puestos de trabajo en la industria automotriz; y en Sri Lanka, los sindicatos están tratando de contener las luchas a nivel nacional de los educadores, trabajadores de la salud y el resto del sector público para exigir aumentos y protección contra la pandemia.
El Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) lleva mucho tiempo anticipando esta realidad. Hace tres décadas, el CICI llegó a la conclusión de que los sindicatos ya no podían llamarse “organizaciones obreras”. El pasado mes de mayo, en respuesta al papel de los sindicatos en la aplicación de la respuesta homicida de la clase dominante a la pandemia, el CICI lanzó la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base (AIO-CB).
El llamamiento a la formación de comités de base está obteniendo una poderosa respuesta. Se han creado comités de base entre los educadores, los trabajadores de la logística y los trabajadores de ensamble automotor y de autopartes, incluidos los de Volvo Trucks, Dana y Deere. Han creado un medio para que los trabajadores se comuniquen entre lugares de trabajo, industrias y países, para advertirse mutuamente y contrarrestar el sabotaje de las burocracias sindicales.
El desarrollo de estos comités debe extenderse a todos los sectores y lugares de trabajo, en los EE.UU. y a nivel internacional, y conectarse con la construcción de una dirección política en la clase obrera para llevar a sus luchas un programa socialista dirigido contra todo el sistema capitalista.
(Publicado originalmente en inglés el 15 de noviembre de 2021)