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Catástrofe por inundaciones en el este de Kentucky se agrava

El número de víctimas de las inundaciones devastadoras que afectaron a la región del este de Kentucky la semana pasada ha subido hasta 37, confirmó el gobernador del estado por la noche del lunes, con cientos de víctimas todavía no encontrados. Gobernador Andy Beshear dijo que unos camiones de refrigeración están sirviendo como morgues móviles para albergar los cadáveres antes de que sean transportados a la oficina del examinador médico en la capital estatal de Frankfort.

“Seguiremos encontrando cadáveres durante semanas, muchos de ellos trasladados cientos de yardas, quizás incluso un cuarto de milla o más del último lugar en que se vio”, dijo Beshear a CNN más temprano durante la semana.

Los esfuerzos para encontrar a los que siguen vivos o para recuperar los cadáveres son dificultados por las temperaturas altas y la amenaza de otra vuelta de tormentas severas, que podrían llevar más lluvia, fuertes vientos e inundaciones repentinas.

Veintenas de puentes ya han sido destrozados, pueblos enteros se quedan debajo del agua y decenas de miles de residentes de la región montañosa siguen sin electricidad, agua potable ni conexiones a las redes celulares. El gobernador dijo que el agua potable era una prioridad y también confirmó que 12.000 residentes del estado todavía no tenían electricidad para el lunes.

Un hogar dañado por inundación de Bowling Creek en el Condado de Breathitt (Facebook Johnny Feltner)

Al mismo tiempo, los recursos proveídos por las autoridades estatales y federales son totalmente inadecuados. Se han establecido pocos refugios y muchos están durmiendo o en sus vehículos o en el suelo. Solo 14 refugios de emergencia están abiertos y ayudan a 483 personas. Varios residentes desplazados también se están refugiando en parques estatales, escuelas, iglesias y centros comunitarios.

Muchos residentes confían en la caridad por comida y la ayuda de vecinos y voluntarios. Pocos residentes, si haya alguno, tienen seguro contra inundación para arreglar las casas que fueron inundadas con agua y lodo o removidas de sus cimientos, llevadas aguas abajo y rotas en pedazos.

Las víctimas que han sido identificadas varían de niños hasta octogenarios jubilados. Entre los muertos hay cuatro niños de la familia Noble–Madison, 8; Riley Jr., 6; Neveah, 4; Chance, 2 –que fueron quitados de los brazos de sus padres por el agua en el Condado de Knott.

“Muchas personas viven en casa móvil, y ésas fueron absolutamente destrozadas”, dijo un minero del carbón discapacitado en el cercano Condado de Martin al World Socialist Web Site. “Parece como si alguien contuviese un río y hay hondonadas enteras llenas de agua. Unas familias tienen varias pérdidas y puede que no se encuentre a muchos de los muertos”.

Los residentes de las regiones de minería de Appalachia [una región cultural de Estados Unidos cerca de ciertas partes de las montañas Apalaches] están acostumbrados a la inundación repentina después de fuerte precipitación. La eliminación de cimas de monte y otros tipos de minería a cielo abierto, así como otros métodos que dañan el medioambiente, empleados por las compañías carboníferas, a largo plazo han facilitado tales desastres. Hace cincuenta años, el 26 de febrero de 1972, fuertes lluvias causaron que se estallaran las presas de fango de carbón, propiedad de Pittston Coal, un suceso que envió 132 millones de galones de aguas residuales negras a los residentes de 16 pueblos carboníferos en el Hollow de Buffalo Creek en el Condado de Logan, Virginia Occidental, que acabó con la vida de 125 residentes mientras 1.121 terminaron heridos y 4.000 sin hogar.

Desde el 26 de julio hasta el 28 de julio, 7 y 10 pulgadas de lluvia cayeron en partes de Kentucky del este, mientras la mayoría de eso ocurrió dentro de unas pocas horas temprano por la mañana del jueves. La fuerte precipitación fue descrita como una inundación de “una vez en cien años” o “una vez en la vida”. Se supone que tales acontecimientos tienen una probabilidad de 1 por ciento de ser igualados o superados dentro de un año. Pero como escritora de Hazard, Kentucky notó en el Lexington Herald Leader más temprano durante esta semana, toda la inundación en la región “podría ser de este nivel”. De hecho, la misma semana, unas tormentas en St. Louis causó que 25 por ciento de la lluvia anual de la ciudad cayese sobre las calles dentro de 12 horas, la cantidad más grande que ha caído en una ciudad durante más de un siglo. Las Vegas también fue afectado por “lluvias monzónicas” y ráfagas de viento de 71 millas por hora, un asunto que inundó casinos y calles y que cortó la energía para 16.000 residentes de la ciudad.

El cambio climático impulsado mayormente por el uso de combustibles fósiles está llevando a una frecuencia y severidad más altas de fenómenos meteorológicos en los Estados Unidos y por todo el mundo. El calentamiento de la atmósfera permite que el cielo retenga más humedad, algo que lleva a la caída de cantidades mayores de agua cuando llueva. “Esto significa que el riesgo de inundación se aumenta dramáticamente por mucho del planeta en que viven los seres humanos, y Kentucky es uno de esos lugares”, dijo Jonathan Overpeck, un profesor de la ciencia terrestre y la ambiental en la Universidad de Míchigan, a Inside Climate News.

La guerra indirecta de EE.UU. y la OTAN contra Rusia en Ucrania ha sido aprovechada por la administración de Biden y gobiernos capitalistas por todo el mundo para aumentar la producción del carbón, el petróleo y el gas natural. La semana pasada, senador demócrata de Virginia Occidental Joe Manchin dio una vuelta inesperada y señaló su apoyo por la propuesta fiscal supuestamente pionera de Biden sobre la salud, el clima y las corporaciones. Su voto fue asegurado por un compromiso de Biden y presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi de que el Congreso aprobaría unas medidas separadas para renovar permisos para proyectos de infraestructura energética, que “facilitarían el camino para un proyecto en que Manchin ha tomado un interés personal, el Conducto de Mountain Valley, que transportaría el gas de esquisto de los Apalaches de Virginia Occidental a Virginia”, reportó el New York Times .

Los residentes de Kentucky del este durante mucho tiempo han sufrido de las consecuencias brutales del capitalismo estadounidense. Hace sesenta años, socialdemócrata Michael Harrington suplicó en su libro, La otra América, que la administración de Kennedy abordase la pobreza en los guetos pobres, campamentos de labor migratoria y las minas del carbón de los Apalaches. Las reformas de “La guerra contra la pobreza” y “la Gran Sociedad”, introducidas por el sucesor de Kennedy Lyndon Johnson, fueron derrotadas por el coste de la guerra en Vietnam y la crisis creciente del capitalismo estadounidense. La reforma social se había convertido en una guerra de clases para los años 1980, mientras los demócratas y los republicanos se unían a una contrarrevolución social con el objetivo de robar todos los beneficios ganados por la clase obrera durante generaciones de lucha.

Los mineros de carbón, durante mucho tiempo las secciones más militantes y conscientes de clase de la clase obrera estadounidense, eran un blanco principal de este ataque. Los mineros desafiaron el mandamiento de volver a trabajar basado en la Ley de Taft-Hartley por presidente Carter durante su huelga de 111 días en 1977-78. Por esta razón, Reagan evitó un choque directo con los mineros durante la huelga de 1981. En vez, el presidente republicano confrontó y destrozó a un sindicato más pequeño con ninguna historia de luchas masivas, la Organización Profesional de Controladores Aéreos (PATCO), después de unas garantías de la burocracia del AFL-CIO de que no haría nada para oponerse a la destrucción gubernamental del sindicato.

Durante las huelgas subsecuentes en AT Massey (1984-85) y Pittston (1989-90), el sindicato Trabajadores de Minería Unidos de América (UMWA) deliberadamente aisló y derrotó a mineros en huelga para asegurar la “paz laboral” y la “competitividad” estadounidense. Lo que siguió fue una reestructuración masiva de la industria carbonífera, durante la que el UMWA colaboraba con los jefes de carbón y los tiburones de Wall Street que aprovechaban de las cortes de quiebra para quitar de los mineros su trabajo, salario y pensión. Hoy, Kentucky del este, una vez un baluarte del UMWA y el hogar de la “Guerra Sangriente Carbonífera del Condado de Harlan” de los años 1930, ya no tiene ningún minero del carbón activo del sindicato en el estado.

La tasa de pobreza en condados devastados por inundaciones

En su esfuerzo despiadado de dividir a la clase obrera y bloquear un movimiento contra el sistema capitalista, los demócratas afirman que la pobreza y todo problema social son causados por el racismo y “el privilegio blanco”. Pero una vista hacia los condados devastados por inundaciones en Kentucky del este, cuyos residentes son casi enteramente blancos, destruye estos mitos reaccionarios. El Condado de Leslie, cuyos 9.055 residentes son 98 por ciento blancos, tiene una tasa de pobreza de 40,64 por ciento. Los ingresos per cápita en el condado es $18.000. Esto es un tercio de los ingresos per cápita estadounidenses de $53.504. El resto de los condados afectados por las inundaciones también tienen una tasa de pobreza crónicamente alta: Clay (35,88 por ciento), Breathitt (35,92 por ciento), Letcher (35,67 por ciento), Knott (32,37 por ciento) y Perry (27,5 por ciento).

Así como la pobreza abrumadora es el impacto de la crisis de los opiáceos en Appalachia. En 2020, las sobredosis de drogas en Kentucky aumentaron por 50 por ciento, que significa que 1.964 residentes fallecieron, según las autoridades. Otros 16.352 kentuckianos se han muerto por COVID-19 desde que la pandemia inició a causa de la indiferencia de las corporaciones y la élite política.

Gobernador demócrata Andy Beshear y la administración de Biden, que están gastando billones de dólares en la guerra y los rescates para las corporaciones, no harán nada en serio para abordar la crisis en Kentucky del este o para compensar a los residentes.

Los desastres climáticos continuos, así como la inflación creciente, la desigualdad social y las consecuencias de la pandemia que está en curso, están impulsando a millones de obreros por todo el mundo a una lucha contra el capitalismo y el sacrificio de seres humanos para las ganancias corporativas. Para luchar, la clase obrera necesita una estrategia internacional y socialista. Los monopolios energéticos enormes tienen que ser transformados en utilidades de propiedad pública y unos recursos masivos tienen que ser librados en los Estados Unidos y por todo el mundo para cambiar a fuentes de energía limpia y garantizar buenos trabajos y salarios dignos para todos los obreros.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 1 de agosto de 2022)