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Perspectiva

Un mes del Gobierno de Trump: la oligarquía contra la clase obrera

Hoy se cumple un mes de la segunda toma de posesión de Donald Trump. Los acontecimientos de las últimas cuatro semanas han confirmado el análisis realizado por el World Socialist Web Site el día después de las elecciones, de que el regreso de Trump al poder representa “el realineamiento violento de la superestructura política estadounidense para corresponder con las relaciones sociales reales que existen en los Estados Unidos”.

Milmillonarios aplauden mientras el presidente Donald Trump se pronuncia en el Instituto de la Iniciativa de Inversiones del Futuro (FII) en Miami Beach, Florida, 19 de febrero de 2025 [AP Photo/Pool Via]

Los principales elementos del primer mes del Gobierno de Trump son:

1. La afirmación de facultade s presidenciales ilimitadas y el asalto a los trabajadores inmigrantes

A partir de su primer día en la Casa Blanca, Trump firmó una serie de órdenes ejecutivas que establecen el marco para las deportaciones masivas y las medidas de Estado policial. Con el pretexto de responder a una “invasión” inexistente en la frontera sur, el Gobierno ha afirmado poderes ilimitados que se utilizarán contra toda oposición a las políticas de la oligarquía corporativa y financiera.

Las órdenes ejecutivas iniciales buscan abolir la ciudadanía por derecho de nacimiento, garantizada por la Decimocuarta Enmienda; eliminar los derechos de libertad de expresión para todos los inmigrantes en los Estados Unidos; expandir masivamente el papel de los militares en los asuntos internos; y sentar las bases para las deportaciones masivas a una escala sin precedentes. Estas medidas establecen un marco para despojar a millones de personas de sus derechos y autorizar al presidente a anular las restricciones legales y constitucionales a voluntad.

2. Expansión global del militarismo estadounidense

Durante el último mes, Trump ha intensificado significativamente el militarismo estadounidense, continuando el genocidio en curso en Gaza y sentando las bases para guerras más amplias en Oriente Próximo. Ha respaldado abiertamente la limpieza étnica de Gaza, declarando que el territorio debe ser “limpiado”, una política que Israel ha adoptado y comenzado a implementar.

Al mismo tiempo, Trump está reorientando la estrategia global del imperialismo estadounidense para asegurar recursos críticos y rutas comerciales. Ha revivido las propuestas para anexar Groenlandia y ejercer el control sobre el canal de Panamá, ambos vitales para el comercio mundial y la logística militar. Washington está aumentando la presión económica y militar sobre Canadá y América Latina, en un esfuerzo por establecer la dominación estadounidense sobre todo el hemisferio occidental. Todas estas acciones son preparativos para una confrontación directa con China, a medida que el Gobierno intensifica la guerra económica, expande las medidas de guerra comercial y busca dominar las cadenas de suministro globales, particularmente los minerales de tierras raras y semiconductores.

3. El ataque a la clase obrera y destrucción de los programas sociales

Mientras el Gobierno de Trump expande la guerra en el extranjero, está llevando a cabo una contrarrevolución social en casa. A través de Elon Musk y el “Departamento de Eficiencia Gubernamental” (DOGE, todas las siglas en inglés), la Administración está implementando una reestructuración del Estado en interés de la oligarquía financiera. El objetivo es la destrucción completa de los programas sociales, la eliminación de todas las restricciones a la obtención de ganancias corporativas y la consolidación de un régimen de vigilancia para suprimir la oposición.

El primer paso importante en este proceso ha sido el despido masivo de trabajadores federales, apuntando a las agencias que brindan servicios públicos esenciales. Decenas de miles ya han sido purgados, con agencias enteras cerradas de la noche a la mañana. La Agencia de Protección Ambiental (EPA), la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) y el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) han estado entre los primeros en enfrentar recortes profundos.

A través de DOGE, Musk encabeza un plan para recortar $2 billones en el gasto federal, eliminando programas que benefician a la clase trabajadora y transfiriendo aún más riqueza a los súper ricos. Un componente clave de este proceso es el establecimiento de un sistema de vigilancia impulsado por la inteligencia artificial. Musk está integrando datos del IRS, la Administración del Seguro Social y otras agencias federales para desarrollar una lista negra moderna. Este sistema se utilizará para atacar a los opositores políticos, criminalizar la disidencia y llevar a cabo represalias económicas contra los trabajadores que se resistan.

Gobierno de, por y para la oligarquía

Cada vez más abiertamente, Trump está declarando que está actuando como un dictador. El martes, la cuenta oficial de redes sociales de la Casa Blanca publicó una imagen de Trump con una corona, acompañada de la declaración “¡VIVA EL REY!” Esto se produjo pocos días después de su afirmación de que “el que salva a su país no viola ninguna ley”.

El Gobierno de Trump no refleja simplemente las ambiciones de individuos corruptos. Es la expresión política de la oligarquía corporativa y financiera estadounidense, que ha concentrado niveles de riqueza sin precedentes.

Al mismo tiempo, las políticas de la Casa Blanca de Trump no son una demostración de fuerza sino de crisis y desesperación. La oligarquía enfrenta el declive a largo plazo de su posición económica global, una enorme montaña de deuda acumulada a través de una serie de rescates de Wall Street, las consecuencias catastróficas de su propio militarismo imprudente y la creciente oposición en los Estados Unidos y en todo el mundo.

El Partido Demócrata no se opone a este proceso, sino que es uno de sus principales arquitectos. No es un partido de oposición social sino un pilar del estado capitalista, totalmente cómplice de la destrucción de los derechos democráticos y los programas sociales.

Si bien los demócratas se presentan como críticos de Trump, su oposición es totalmente desde el punto de vista de la estrategia de la clase dominante. Su mayor preocupación no son sus ambiciones dictatoriales, sino que sus políticas están socavando la guerra liderada por Estados Unidos en Ucrania y debilitando la hegemonía de Washington en Europa. Es por eso que, después de un mes de la presidencia de Trump, sus protestas más fuertes no son contra la destrucción del seguro social ni el uso de la fuerza militar contra los inmigrantes, sino contra el supuesto “apaciguamiento” hacia Rusia.

Si bien Trump representa un cambio, también es parte de un proceso más amplio, supervisado tanto por demócratas como por republicanos. La destrucción de los programas de bienestar para los pobres, que se aceleraron bajo Clinton, continuó bajo Obama y Biden, quienes supervisaron la mayor transferencia de riqueza a los ricos de la historia. La prioridad central del Gobierno de Biden fue la escalada de la guerra imperialista global, incluida la guerra entre Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en Ucrania y el genocidio en Gaza.

Ahora, con el regreso de Trump, los demócratas no tienen intención de movilizar una oposición masiva a su Administración. Su miedo no es hacia Trump sino a la clase trabajadora.

La confrontación actual con la clase trabajadora y el camino a seguir

El realineamiento violento del Estado por parte de la Administración de Trump no está ocurriendo en el vacío. Es una respuesta al crecimiento de la lucha de clases dentro de los Estados Unidos e internacionalmente, ya que la clase dominante busca anticiparse y suprimir la oposición masiva a sus políticas.

Pero el realineamiento de la política no tiene lugar en un solo lado. Los últimos dos años han visto un aumento significativo en las luchas de la clase trabajadora, incluso entre los trabajadores aeroespaciales, los trabajadores de logística, los educadores, los trabajadores automotrices, los trabajadores de la salud y los trabajadores de servicios. La oposición ya está surgiendo entre los trabajadores federales y los científicos del Gobierno que se resisten a la operación de demolición de Trump y Musk. Existe una enorme ira entre los trabajadores postales por los planes de privatizar el servicio postal, lo que resultaría en despidos masivos y la destrucción de una institución pública crítica.

Las políticas de la Administración de Trump se están implementando en condiciones de crisis social asombrosa, con millones de personas que ya enfrentan la pobreza, la falta de vivienda y la falta de acceso a la atención médica. La semana pasada, dos niños sin hogar murieron congelados en Detroit en su automóvil después de buscar ayuda repetidamente, una advertencia horrible de las consecuencias de la agenda de Trump. Al mismo tiempo, los programas de salud pública están siendo destruidos, a medida que la pandemia de COVID-19 continúa propagándose y aparecen nuevas amenazas no controladas de enfermedades como la “gripe aviar” H5N1. El desmantelamiento de la educación pública y los recortes masivos a los programas sociales tendrán consecuencias devastadoras para millones, incluidos muchos trabajadores que votaron por Trump.

La escala y la velocidad de estos ataques provocarán un inmenso movimiento de oposición, incluyendo llamados a una huelga general. Un obstáculo principal para este movimiento en desarrollo es la burocracia sindical corporativista, que ha buscado sistemáticamente sofocar las luchas de los trabajadores. Durante el Gobierno de Biden, el aparato sindical desempeñó un papel clave en la defensa de los intereses corporativos, incluida la imposición a la fuerza de un contrato que los trabajadores ferroviarios habían rechazado abrumadoramente.

Con el regreso de Trump, el aparato sindical se está adaptando al nuevo régimen, tal como lo hizo bajo su primer Gobierno. El presidente del sindicato Teamsters, Sean O’Brien, se ha posicionado como asesor de la Casa Blanca, mientras que el presidente del UAW, Shawn Fain, ha prometido su voluntad de “trabajar con” Trump en la política económica nacionalista. El sindicato AFGE (Federación Estadounidense de Empleados del Gobierno), que representa a cientos de miles de trabajadores públicos, no está haciendo nada para oponerse a los despidos masivos. Le está diciendo a los trabajadores que confíen en los tribunales o que hagan apelaciones inútiles a la Junta Nacional de Relaciones Laborales (NLRB).

Las organizaciones de pseudoizquierda, que operan dentro y alrededor del Partido Demócrata, también tienen una responsabilidad directa en el ascenso de Trump. Durante la última década, estas fuerzas han tratado de dividir a la clase trabajadora a lo largo de líneas raciales y de género.

El Partido Socialista por la Igualdad está encabezando la lucha para organizar a la clase trabajadora contra la Administración de Trump, uniendo a los trabajadores en una lucha contra la dictadura, la guerra y la explotación capitalista. Un elemento central de este esfuerzo es la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base (AIO-CB), establecida por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) para proporcionar a los trabajadores los medios organizativos para coordinar sus luchas a través de las industrias y las fronteras nacionales.

La AIO-CB está luchando activamente por construir comités de base en lugares de trabajo, escuelas y vecindarios como organizaciones de lucha independientes que servirán como centros de resistencia. Estos comités unificarán a todos los sectores de la clase trabajadora en defensa de sus derechos sociales y democráticos, vinculando la lucha contra los despidos masivos y los recortes sociales a la defensa de los inmigrantes y la lucha contra la guerra.

A través de una poderosa red de correspondencia y colaboración, la AIO-CB proporcionará a los trabajadores la orientación y el apoyo necesarios para coordinar huelgas, protestas y acciones masivas en los Estados Unidos e internacionalmente.

La lucha contra la dictadura es inseparable de la lucha contra el capitalismo. El Partido Socialista por la Igualdad promueve un programa socialista para reorganizar la sociedad en interés de la clase trabajadora. La riqueza de la oligarquía financiera debe ser expropiada y utilizada para financiar la salud universal, la educación pública y empleos seguros y bien remunerados. La máquina de guerra imperialista debe ser desmantelada, poniendo fin a las guerras lideradas por Estados Unidos y redirigiendo el gasto militar hacia la reconstrucción de la sociedad. Se debe establecer un Gobierno obrero para colocar el poder político y económico en manos de la clase trabajadora, no de la oligarquía capitalista.

Instamos a todos los trabajadores y jóvenes que quieran asumir esta lucha a unirse y construir el Partido Socialista por la Igualdad. La clase obrera es la única fuerza social capaz de detener el impulso a la dictadura, pero debe estar armada con una dirección y un programa revolucionarios. El PSI se compromete a construir esta conducción, preparar a la clase trabajadora para las inmensas luchas que se avecinan y luchar por un futuro socialista.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 19 de febrero de 2024)