El 16 de mayo, Suecia y Finlandia anunciaron que pondrían fin a sus décadas de neutralidad, proclamando su intención de unirse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y su escalada contra Rusia.
Menos de tres semanas después, Estocolmo, la capital sueca, ha sido convertida en una guarnición naval tras la llegada de un grupo de buques de asalto anfibio de EE.UU., compuesto por el buque de asalto USS Kearsarge, el buque de desembarco USS Gunston Hall, el destructor con misiles guiados USS Gravely y el buque de mando USS Mount Whitney.
En la cubierta del Kearsarge, un buque de guerra tan grande que cualquier otra Armada lo clasificaría como un portaaviones, el jefe del Estado Mayor Conjunto de EE.UU., Mark Milley, declaró su intención de convertir el mar Báltico, en las palabras del New York Times, en “un lago de la OTAN”.
Suecia había permanecido oficialmente no alineada desde las guerras napoleónicas a inicios de los 1800. Fue neutral en las dos guerras mundiales.
Ahora, en cuestión de semanas, el país ha sido convertido en nuevo frente de la guerra estadounidense con Rusia. Sus ciudades no solo albergan a militares de EE.UU. y la OTAN, sino que están ominosamente bajo la mira de los sistemas de armas de largo alcance de Rusia.
Al presionar para que Finlandia y Sucia sean miembros de facto de la OTAN, EE.UU. ha abierto un segundo frente de su guerra contra Rusia, convirtiendo toda la costa báltica en un polvorín.
La llegada de los buques fue parte del ejercicio BALTOPS 22, que involucró, según la OTAN, “catorce aliados atlánticos, dos naciones asociadas con la OTAN, más de 45 buques, más de 75 aviones y aproximadamente 7.000 miembros del personal”. Reino Unido envió el HMS Defender, el mismo destructor que viajó en junio de 2021 a las aguas que rodean la península de Crimea, provocando una confrontación que involucró el lanzamiento de bombas rusas en el camino del buque.
Los oficiales estadounidenses dejaron claro que el ejercicio sería visto completamente en el contexto del conflicto en marcha con Rusia.
“En las versiones anteriores de BALTOPS, hablábamos de afrontar los desafíos del mañana”, dijo el vicealmirante Gene Black, comandante de la Fuerza Naval de Ataque y Apoyo de la OTAN (STRIKFORNATO) y la sexta flota de EE.UU. “Esos desafíos ya nos asedian, en el aquí y el ahora”.
Utilizando la guerra en Ucrania como pretexto, EE.UU. ha buscado duplicar la frontera terrestre de la OTAN con Rusia incluyendo a Finlandia.
Estados Unidos ha puesto en marcha planes desarrollados por años de convertir toda la región en la primera línea de la guerra contra Rusia. Esto amenaza con repetir, a una escala mayor, la forma en que Ucrania fue transformada tras el golpe de Estado de 2014 en una fuerza patrocinada por EE.UU. y la OTAN, que la armaron con miles de millones de dólares en armas.
Este giro de la situación ha tenido consecuencias horrendas para el pueblo ucraniano, que ha sufrido decenas de miles de muertes y el desplazamiento de millones como resultado de la guerra de este año.
Con este acontecimiento, los objetivos de largo alcance de la campaña militar de EE.UU. y la OTAN se están volviendo más evidentes. Van mucho más allá de los objetivos anunciados por Ucrania en 2021 de retomar Crimea por medios militares. Estados Unidos y la OTAN buscan tomar pleno control de los mares Báltico y Negro, como parte de su impulso para desmantelar Rusia en su conjunto.
En un artículo ampliamente citado en The Atlantic de Casey Michel, un analista del centro de pensamiento Hudson Institute, el cual fue fundado por el partidario de la guerra nuclear Herman Kahn, respaldó la propuesta de 1991 del secretario de Defensa, Dick Cheney, de llevar a cabo “el desmantelamiento no solo de la Unión Soviética y el imperio ruso, sino de la propia Rusia, para que nunca vuelva a ser una amenaza para el mundo”.
Michel concluye: “En vez de aplastar las aspiraciones imperiales de Rusia cuando podían hacerlo, Bush y sus sucesores simplemente observó y esperó lo mejor. Ya no tenemos ese lujo. Occidente debe completar el proyecto que comenzó en 1991. Debe descolonizar completamente a Rusia”.
Al plantear el “desmantelamiento” de Rusia, los medios de comunicación estadounidenses están enviando un mensaje: el objetivo de la guerra no es solo el derrocamiento del Gobierno actual, sino la destrucción sistemática y el desmantelamiento de Rusia y el saqueo de sus recursos minerales y petroquímicos estratégicos.
Desde la aprobación de un envío de 40.000 millones de dólares en armas para Ucrania el 21 de mayo, Estados Unidos anunció que enviará $700 millones más en armas, así como el despliegue de artillería autopropulsada M109, misiles antibuque Harpoon y misiles de medio alcance capaces de alcanzar objetivos a 80 km de distancia.
Durante el fin de semana, Rusia llevó a cabo ataques aéreos contra tanques en Kiev, que según Moscú fueron proporcionados por miembros de la OTAN. Los ataques aéreos fueron lanzados por aviones sobre el mar Caspio, demostrando la capacidad de Rusia para atacar objetivos a cientos de kilómetros de distancia.
La semana pasada, el vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, Dmitri Medvédev, insinuó enérgicamente a Al Jazeera que Rusia llevaría a cabo ataques contra el territorio de la OTAN si las armas suministradas por Estados Unidos y la OTAN tienen blancos dentro de Rusia.
“Si ... estas armas se utilizan contra el territorio ruso, entonces nuestras fuerzas armadas no tendrán otra opción más que atacar los centros de decisión”, declaró Medvedev. “Por supuesto, hay que entender que los centros de decisión definitivos en este caso, por desgracia, no se encuentran en el territorio de Kiev”.
Es imposible evitar la conclusión de que Estados Unidos vería con buenos ojos un ataque como el descrito por Medvédev, que le permitiría eliminar todas las restricciones restantes en la conducción de la guerra.
Aunque los intereses geoestratégicos y económicos del imperialismo estadounidense son un factor importante en el conflicto, el carácter temerario de la política de EE.UU. y la OTAN no puede entenderse únicamente a través de la lente de la geopolítica.
La clase dominante estadounidense necesita un estado de guerra permanente como parte de un esfuerzo para desviar las tensiones sociales internas hacia el exterior y para imponer una ficticia “unidad nacional”. Ya es evidente que el fin de la “guerra para siempre” en Afganistán por parte de la Administración de Biden formaba parte de un nuevo despliegue y reenfoque para librar una guerra contra Rusia y China.
Al mismo tiempo, la transformación de la “guerra contra el terrorismo” en un “conflicto de grandes potencias” implica y requiere una escalada del asalto a la clase trabajadora. Todos los recursos sociales disponibles que no sean absorbidos por el rescate de los ricos deben ser utilizados para los instrumentos de guerra. Las enormes sumas asignadas por el Congreso deben ser pagadas por la clase trabajadora, particularmente a través de ataques a los programas sociales y otros gastos del Gobierno.
Durante el fin de semana, tanto el Washington Post como el Wall Street Journal, órganos del Partido Demócrata y el Republicano, respectivamente, publicaron editoriales exigiendo recortes en los programas sociales. El Journal exige expulsar a millones de personas de Medicaid, el programa de seguro médico para los pobres. El Washington Post, por su parte, pidió una “modesta” reducción de las prestaciones de la Seguridad Social.
Pero las medidas de austeridad propuestas por estos periódicos son solo el principio. El proyecto de conquista global de la clase dominante estadounidense implica una reestructuración masiva de las relaciones sociales destinada a hacer que la clase trabajadora cargue con el peso de la crisis del capitalismo. Al mismo tiempo, la intensificación de la lucha de clases, que es el corolario de la expansión de la guerra, revela la fuerza social que debe ser movilizada contra la guerra, la clase obrera.
Las luchas que los trabajadores están asumiendo en sus centros de trabajo de todo el país, exigiendo aumentos salariales acordes con el aumento de los precios, deben estar armadas con un programa para poner fin a una guerra que se está saliendo rápidamente de control y que amenaza con la destrucción de la civilización humana.
(Publicado originalmente en inglés el 5 de junio de 2022)