Este es el reporte de Ulaş Ateşçi en el Mitin Internacional En Línea del Primero de Mayo de 2022. Ulaş Ateşçi es miembro líder del Sosyalist Eşitlik (Grupo Socialista por la Igualdad) en Turquía. Puedes ver todos los discursos aquí: wsws.org/mayday.
Saludos revolucionarios de parte del Grupo Socialista por la Igualdad, la organización turca en solidaridad política con el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI).
La clase obrera internacional celebra el Primero de Mayo de 2022 en medio de una guerra continua en suelo ucraniano entre las potencias de la OTAN, lideradas por Estados Unidos, y Rusia que amenaza a toda la humanidad con una guerra mundial nuclear. Este peligro inminente va acompañado de la actual pandemia de COVID-19, que ya ha matado a casi 20 millones de personas en todo el mundo como resultado de una política oficial de contagio y muerte masivos.
En Turquía, donde se han levantado casi todas las medidas para detener la propagación del COVID-19, el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdoğan ha suprimido casi por completo la obligación de llevar mascarilla en el interior.
La cifra oficial de muertos por COVID-19 en Turquía se acerca a los 100.000 como resultado de esta política criminal, impulsada por los intereses de lucro de la clase dominante como en todas partes. Se aplica con el apoyo directo o indirecto de los partidos burgueses de la oposición, los sindicatos y la pseudoizquierda. De hecho, el GSI es la única tendencia política en Turquía que hace un llamamiento a la clase trabajadora para que luche por una política global de COVID CERO para acabar con la pandemia y detener las muertes.
A pesar de las afirmaciones no científicas de que la pandemia ha terminado, 60.000 de estas muertes se han producido en el último año. Solo este año han muerto unas 17.000 personas por esta enfermedad evitable. Según los cálculos de Güçlü Yaman, del Grupo de Trabajo sobre Pandemias de la Asociación Médica de Turquía, el número total de muertes en exceso en Turquía durante la pandemia supera los 281.000.
Por otro lado, Turquía está situada en la región del Mar Negro, junto a Ucrania y Rusia. Está en el centro de la guerra tanto por sus vínculos militares-estratégicos como por su ubicación geográfica. Como Estado de la OTAN, Turquía respalda a Ucrania política y militarmente, pero también tiene importantes vínculos económicos y militares con Rusia. La posición de Ankara le lleva a buscar la mediación entre Kiev y Moscú a pesar de la escalada liderada por Estados Unidos contra Rusia. Pero, en última instancia, Turquía sigue funcionando como un puesto de avanzada del imperialismo de la OTAN en la región.
A pesar de sus diversos desacuerdos, la burguesía turca ha sido cómplice en las intervenciones y guerras de cambio de régimen del imperialismo estadounidense y sus aliados en los Balcanes, Oriente Medio y el Norte de África desde la disolución de la Unión Soviética en 1991 por parte del estalinismo. La guerra en Ucrania es un producto de este impulso bélico imperialista de 30 años y la implacable expansión de la OTAN hacia el este. Según una encuesta, casi el 80% de la población se opone a la guerra en Ucrania y dice que Turquía debe permanecer neutral en la guerra.
Estas guerras imperialistas de saqueo, que mataron a millones de personas y convirtieron a decenas de millones en refugiados, están marcadas por numerosos crímenes de guerra documentados en detalle por el World Socialist Web Site. Desde Yugoslavia hasta Irak, desde Afganistán hasta Libia, Siria y Yemen, recibieron el apoyo directo o indirecto del Estado turco.
A estos crímenes hay que añadir la continua persecución de Israel al pueblo palestino. Ankara la condena hipócritamente de vez en cuando según sea el rumbo de las relaciones con Israel, pero continúa la presión antidemocrática contra el pueblo kurdo y los políticos elegidos en el interior.
Condenando la invasión reaccionaria de Rusia, que le hace el juego al imperialismo de EEUU y la OTAN y sirve para dividir a la clase obrera rusa y ucraniana, el gobierno de Erdoğan lleva a cabo invasiones militares ilegales en Siria e Irak y mantiene presencias militares permanentes en estos países. Esta política se aplica con el apoyo de los partidos de la oposición burguesa turca pro-OTAN.
La última operación militar lanzada por Turquía a mediados de abril contra las fuerzas del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en el territorio del Gobierno Regional del Kurdistán iraquí tiene básicamente dos objetivos. En primer lugar, allanar el camino del transporte de gas iraquí a Europa a través de Turquía, como parte de los planes respaldados por Estados Unidos para poner fin a la dependencia energética de Europa con respecto a Rusia. En segundo lugar, utilizar la guerra para suprimir y desviar las tensiones de clase externas que se han vuelto incontrolables en casa.
El GSI aboga por la retirada de todas las fuerzas de la OTAN, incluida Turquía, de África, Oriente Medio y Asia Central. Los derechos democráticos básicos del pueblo kurdo deben ser reconocidos, y los presos políticos liberados.
La inflación de los precios de los alimentos y los combustibles, un fenómeno global, había alcanzado niveles récord en Turquía incluso antes del inicio de la guerra en Ucrania y las sanciones contra Rusia. Esta situación, provocada por las políticas económicas aplicadas en beneficio del capital financiero durante décadas, junto con la interrupción causada por la pandemia en las cadenas de suministro, ha hecho intolerables las condiciones de vida de millones de familias de trabajadores. Durante el mismo período, el gobierno turco ha supervisado una transferencia de riqueza sin precedentes de la clase obrera a la clase dominante capitalista.
Mientras que la inflación oficial anual alcanzó el 61% en marzo, la tasa de inflación real aumentó hasta el 142%, según un informe más fiable del grupo independiente Inflation Research Group. Turquía importa cerca del 80% de su trigo de Ucrania y Rusia, la guerra y las sanciones han convertido a Turquía en el epicentro de la crisis alimentaria mundial.
Mientras que la región del Norte de África y Oriente Medio es la más afectada por la crisis de alimentos y combustibles, las protestas y huelgas masivas se extienden desde Sudán hasta Kenia, y desde Irán hasta Grecia. La ola de huelgas espontáneas que arrasó Turquía en enero y febrero de 2022 fue un presagio del movimiento emergente de la clase obrera internacional.
Según los datos recopilados por el Grupo de Estudios Laborales, al menos 106 huelgas espontáneas se produjeron en sólo los dos primeros meses de 2022. La media anual de huelgas espontáneas en los cinco años anteriores fue de solo 97. Esto apunta a un movimiento de la clase obrera cada vez más intenso y combativo. Los médicos y los trabajadores de la salud han organizado huelgas consecutivas en todo el país en los últimos meses, y se preparan para hacer una huelga más amplia en mayo.
Lo más importante, este movimiento obrero, como en todo el mundo, se desarrolla en gran medida con independencia de los sindicatos, y desafiándolos. Algunos de los sindicatos, como el DİSK, están bajo el control directo de fuerzas pseudoizquierdistas. Los sindicatos trabajan en estrecha colaboración con la clase dirigente ara estrangular el movimiento en desarrollo de la clase obrera. Contra ellos, el GSI pide la formación de comités de base, independientes de los sindicatos, como parte de la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base.
Una de las herramientas reaccionarias utilizadas por la burguesía para reprimir la creciente lucha de clases y dividir a la clase obrera es la campaña contra los refugiados. Refugiados vulnerables, que han tenido que huir de sus países debido a las guerras imperialistas en la región, especialmente en Siria, se han convertido cada vez más en el objetivo de toda la clase política.
El GSI rechaza con vehemencia los llamamientos a 'devolver a los refugiados a sus países' lanzados por los partidos burgueses de la oposición apoyados por la pseudoizquierda. Los trabajadores no pueden unirse y luchar contra la burguesía sin defender a los refugiados y rechazar el chovinismo nacional. Todos los refugiados e inmigrantes deben tener la oportunidad de vivir y trabajar en el país que quieran, incluida Turquía, con plenos derechos de ciudadanía.
El procesamiento estatal de los acusados en el caso del Parque Gezi también en última instancia, pretende intimidar a la creciente oposición social de la clase trabajadora. Las protestas del Parque Gezi contra la desigualdad social y las políticas autoritarias, a las que asistieron millones de personas en 2013, sacudió profundamente al gobierno de Erdoğan. Erdoğan procesó a más de una docena de personalidades implicadas en las protestas. Tras su absolución en 2020, reanudó su proceso. Finalmente, el lunes pasado dictó duras sentencias contra los acusados.
Hoy en día, toda la clase política, incluida la pseudoizquierda, se une para tratar de evitar la creciente ira y la oposición dentro de la clase obrera de estallar en un movimiento revolucionario de masas. Mientras que el gobierno de Erdoğan, ampliamente desacreditado, trata de sobrevivir a base de políticas de guerra y represión, la oposición burguesa intenta canalizar la creciente oposición social a las próximas elecciones.
El GSI insiste en que los partidos del establishment de la burguesía turca, que está profundamente ligada al imperialismo, son orgánicamente incapaces de resolver los problemas fundamentales de millones de trabajadores y de las masas oprimidas.
La lucha para poner fin a la política de la pandemia mortal, la guerra imperialista, la dictadura y la desigualdad social significa luchar por el poder de los trabajadores y el socialismo internacional, y contra el capitalismo y el dominio burgués. Instamos a todos nuestros oyentes a que se unan a la construcción del CICI y de sus partidos socialistas por la igualdad afiliados, la única tendencia política que avanza este programa en el mundo.
(Publicado originalmente en inglés el 3 de mayo de 2022)